Venezuela vive una nueva ola de tensión y atropellos a los derechos humanos. Seis son los muertos hasta la fecha y la represión oficial es la respuesta a las manifestaciones populares por la falta de seguridad, comida, medicinas y hasta papel higiénico.
La decisión del Gobierno de bloquear a la prensa y prohibir la señal internacional de NTN24 es una muestra del propósito de esconder la realidad.
La detención del líder de oposición, el centroizquierdista Leopoldo López, acusado por el Régimen de terrorismo solo por haber apoyado la protesta popular, es otra prueba de la crisis política y de la poca convicción democrática de un Gobierno que no admite ni disensos ni voces críticas.
Varios gobiernos simpatizantes del populismo y los métodos que encarna Nicolás Maduro hablan de respetar la soberanía de Venezuela, aunque han actuado distinto en otros casos.
Pero cabe recordar que tanto la carta constitutiva de Naciones Unidas como el Pacto de San José y la Carta Democrática de la OEA son explícitos por la defensa de la democracia y las libertades esenciales.
Con el líder opositor y estudiantes en la cárcel, muertos y represión, Venezuela entra en un callejón sin salida. La denuncia de golpe a la que acude el Gobierno no se sustenta, pues se trata de protestas populares ante un Régimen que, basado en una alianza político-militar, hostiliza a la prensa y presiona a la justicia; pero controla todo menos la economía y la conciencia libre.