EL DOLOR EN PUEBLO NUEVO

Un estruendo y luego el silencio. El dolor. Y la muerte. Esta vez el derrumbe sepultó a media docena de mineros; eran peruanos y ecuatorianos. Hay heridos y desaparecidos. Hay destrucción y el vacío que causa la tragedia.

La minería es aún una actividad de alto riesgo. Las condiciones de trabajo son anacrónicas. Los deslaves y la falta de seguridad acompañan a los mineros en todo el planeta. Es de suponer que en minas artesanales, como Pueblo Nuevo, los controles son menos rigurosos.

En la madrugada la lluvia que había caído sin parar desde la tarde anterior horadó la montaña. Los mineros trabajaban en el socavón. La boca de mina quedó taponada. Con dificultad llegaron desde Cuenca a la zona de Bella Rica las unidades de rescate.

El sitio fue acordonado para que los desesperados vecinos no interrumpieran las labores. Las preguntas quedaban sin respuesta. También en eso la sociedad debe prepararse para dar respuestas oportunas y consuelo al dolor inmenso que causa la tragedia.

A más de recordar que el país es vulnerable a los desastres naturales, la tragedia de Pueblo Nuevo desnuda la carencia de respuestas rápidas y vuelve a poner sobre el tapete las condiciones de estos humildes mineros en una de las actividades más peligrosas y sacrificadas. Vuelve a la discusión si la actividad minera debe seguir pagando el alto precio de la vida por extraer riquezas de la entraña de la tierra.

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