Una condecoración es un alto honor que una institución académica, educativa, gremial o estatal, por ejemplo, entrega por méritos a distintas personas.
Quienes la reciben deben merecerla. Su trayectoria debe ser impoluta, sobresaliente respecto de otros ciudadanos, y su prestigio, indiscutible.
Ninguna de esas características parece reunir la ex presidenta argentina. Y no se trata, porque sería mezquino, de un prurito ideológico ni de un tema político. Se trata de valorar el sentido último tras el hecho de que una institución entregue una condecoración.
Una distinción no solo engalana a quien la recibe sino y sobre todo debiera dar prestigio a la institución que la otorga, más aún cuando se trata de una Función del Estado y se presume que tiene la representación de la gente y expresa pluralidad de ideas. El galardón siempre debe ser producto de un análisis serio y ponderado.
Ante una decisión polémica en la Asamblea, cuyo espectro es dominado por Alianza País, un grupo de legisladores de otras fuerzas ha cuestionado un acto que no debiera tener mácula.
El país y el mundo conocen de sobra que a Cristina Fernández de Kirchner varios juzgados de su país la investigan por causas que van desde sospechas serias de corrupción y enriquecimiento ilícito, hasta la todavía no aclarada muerte del fiscal Niesman.
La exPresidenta no debiera ser condecorada, al menos no hasta que rinda cuentas con la justicia de su país.