Antes de que se cumpla el primer año de mandato, el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy (del derechista Partido Popular), ha visto convertirse el ejercicio de su magistratura en un infierno.
La tensión que le estalló en las manos y que creció en las postrimerías del Gobierno anterior (del Partido Socialista Obrero Español ) ha desembocado en recortes presupuestarios, tensiones con sindicatos y empresarios y un desempleo que llega ya al 25%.
España es uno de los países inestables de la Zona Euro y el rescate económico presupone cumplir ciertos requisitos duros que imponen la Comisión de ministros de Economía y el Banco Central Europeo. No garantiza una conjuración inmediata de la crisis pero, en cambio, ignorar esta salida podría debilitar a la moneda común y causar una debacle aún mayor.
Las protestas han cobrado vigor desde la plataforma de los indignados, que no tiene articulación política pero muestra cohesión social: todos están descontentos.
A esa tensión se agrega la cuestión de Cataluña. Todo funcionaba bien en el Estado de autonomías mientras la economía se mostraba saludable. Pero esta zona de España que reclama razones culturales e históricas para caminar hacia mayor autonomía, tiene una cuenta pendiente con el legislativo español que no dio paso al ‘estatut’ autonómico hace algunos años.
Ahora con la crisis aflora el catalanismo separatista, amenaza con rebasar la discusión en el Congreso de los Diputados y llevar la cuestión a debate en Europa.
Cuando la crisis se muestra descarnada, una parte significativa de catalanes quiere irse del reino de España y sustentarse en su economía fuerte. Todo un dilema que se suma al sismo económico y social español.