La noticia llegaba desde las últimas horas del miércoles. Causaba consternación, impacto, sorpresa y el apurado fallo que suponía una lectura sumarísima de 5 000 páginas y la redacción a una velocidad inusitada de 156 fojas caía como balde de agua fría en la conciencia democrática del Ecuador.
Tras la audiencia, los ecuatorianos conocían que un juez encargado, en el último minuto de su temporal función, dictaba una sentencia insólita. Tres años de prisión para los directivos de El Universo y su ex editor de Opinión.
La desproporcionada suma de dinero que el juez había estimado como indemnización es una cifra exorbitante. Llama la atención de los que saben de finanzas y no cabe en la cabeza del común de los mortales, que no alcanzan a suponer lo que significa tamaña fortuna.
Se abre una etapa larga y tensa de pelea judicial, que habrá de pasar primero por una sala de una corte provincial, y luego podría llegar a un tribunal de casación en la Corte Nacional de Justicia. En condiciones normales el caso podría tardar años en sustanciarse. Pero ya se sabe que aquí impera una gran presión política.
Un Presidente convertido en primer actor, reclamando por lo que considera un daño moral, exigiendo celeridad ante unos jueces que no tienen libertad ni están seguros en sus cargos, mucho menos cuando por la malhadada reforma de la consulta el poder se concentra en una comisión tripartita, en la que se supone pesará la influencia del Ejecutivo y condenará la independencia indispensable en un Estado de derecho.
Mientras, a trabajadores, periodistas y directivos de El Universo el golpe bajo les motiva a seguir trabajando como el primer día -de sus casi 90 años- por la vigencia plena del derecho del pueblo a la información y a la opinión libres.