La democracia es un ejercicio de transparencia y ética pública que pasa por asumir compromisos serios. Una de las tantas maneras de plantear las propuestas de solución a los grandes temas de una nación es el debate presidencial.
Estados Unidos lo realiza. En esta ocasión, con la de anoche, serán tres las presentaciones de los dos candidatos más opcionados a la Casa Blanca: el presidente en funciones, Barack Obama, del partido Demócrata, y Mitt Romney, del partido Republicano.
Más allá de la influencia de este tipo de ejercicios en las conductas de los votantes, lo importante es exhibir el pensamiento de manera transparente y contestar a los temas que el debate público exige, con claridad, sin demagogia y con soluciones. En el caso estadounidense en pocas ocasiones el resultado de un debate ha inclinado la balanza de electores hacia el lado contrario del que mostraban los sondeos de opinión.
Los distintos países de Europa también organizan grandes debates transmitidos por televisión y radio. En Venezuela esa opción ha sido bloqueada. Ecuador tenía esa sana costumbre. Pero en la campaña del 2009, en la que ganó en primera vuelta el Presidente, que ahora busca su tercer mandato consecutivo, los debates desaparecieron.
No así en el 2006, donde un Rafael Correa emergente se presentó antes de la primera vuelta en tres de ellos. Uno fue organizado por CNN y asistieron también Álvaro Noboa, León Roldós y Cynthia Viteri, y el otro lo televisó una amplia cadena de canales nacionales y locales y en él participaron Correa, Viteri y Roldós. En la campaña que se avecina sería deseable un debate entre los candidatos presidenciales -al parecer serán al menos cinco- para que el pueblo pueda escucharlos y tomarles cuentas oportunamente.