El proyecto del metro de Quito está en su fase preliminar con la construcción de dos paradas en el norte y el sur de la ciudad de Quito. Pero a la par del avance de esas obras, en días pasados se instaló una polémica por la única parada programada en el Centro Histórico, considerado Patrimonio de la Humanidad.
Los funcionarios municipales de la unidad responsable de la obra han aclarado que la intervención en el centro de Quito, y en la Plaza San Francisco más concretamente, no modificarán el emplazamiento monumental ni el convento.
Hay temores de que una obra de superficie contraste con la arquitectura del entorno y pueda distorsionar la imagen de la histórica plaza. Las autoridades municipales insisten en que esto no es así. Han puesto como ejemplos los sistemas de trenes subterráneos de grandes capitales, que atraviesan las entrañas de ciudades importantes y áreas de superficie de valor incuantificable.
Sin embargo y como se ha instalado la polémica -señal, por otra parte de que a los vecinos de Quito les importa de verdad su ciudad y sus tesoros arquitectónicos- quizá sea importante promover una discusión ampliada. Esta debiera dar cuenta de la magnitud de la obra, de las técnicas de intervención y excavación y además despejar otra duda cimentada en argumentos: la previsible congestión peatonal en las centenarias piedras, lo cual puede afectarlas. De eso hay que hablar pronto y claro.