Terminó el Carnaval. Mientras los fieles inician la cuaresma con el Miércoles de Ceniza y los profanos se aprestan a celebrar el Día del Amor, la campaña electoral finaliza de puntillas.
La campaña fue la más corta de la historia y tuvo un alto grado de apatía por la ausencia notoria de debates entre los candidatos. Salvo el esfuerzo de la Cámara de Comercio de Guayaquil para juntar a los aspirantes presidenciales, no hubo contraposición de ideas sino expresiones dispersas de cada candidato.
El primer dato significativo fue la impotencia de la oposición al Régimen, fuerte y concentrador de poder, para aglutinar una candidatura que enfrente la extraña situación de un Presidente-candidato, como pocas veces ha ocurrido en nuestra vida republicana.
Otro factor fue la inequidad del uso del aparato oficialista de propaganda en una campaña sostenida durante seis años de Gobierno. Además, de acuerdo con el registro de la ONG independiente Participación Ciudadana, la presencia de Rafael Correa en los medios, no solo en aquellos que controla y maneja el Gobierno, sino en los independientes, fue mayor en relación a los demás candidatos.
Así, en medio de cierta apatía, sin fervor ni total claridad de la importancia de prolongar el mandato de Rafael Correa hasta completar un total de 10 años o dar un giro hacia alguno de los candidatos opositores, finaliza la campaña electoral. Queda esperar los resultados.