Unos y otros marcharon hacia las citas cumbres con distintos propósitos y diferentes expectativas.
Los líderes políticos de las naciones que conforman el G 20 llegaron a los Cabos en México con el corazón en la boca. La crisis europea, que entraña una amenaza de un riesgo sistémico que podría golpear a la moneda común, apenas se daba un respiro el lunes, tras conocerse los resultados de las elecciones en Grecia.
El triunfo de Nueva Democracia, obligada a formar coalición con los socialdemócratas, disipó de momento la amenaza de dejar el euro, como lo hacía suponer una ganancia de la izquierda radical. Sin embargo, las incertidumbres persisten, ya que el sistema político heleno y los ajustes para reflotar su desvencijada economía exigen esfuerzos sostenidos y grandes sacrificios sociales.
El G 20 apuesta por Europa para evitar el efecto dominó que una crisis en la gran Unión podría acarrear. Una ayuda gigantesca de hasta USD 456 000 millones del Fondo Monetario Internacional podría ser el colchón de un despegue que todavía se dibuja incierto.
Mientras tanto, en el sur, en la ciudad de los grandes contrastes, Río de Janeiro, se juntaba la conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible. El calentamiento global le va ganando la partida al ser humano y los acuerdos planetarios no funcionan o son magros. Con ese convencimiento entró al foro la delegación ecuatoriana. Se expuso una vez más el proyecto Yasuní-ITT, una linda idea que no cuaja ni levanta los fondos indispensables para dejar el petróleo bajo tierra. Las cumbres siguen siendo el escenario de encuentros, debates, reuniones bilaterales y costosos viajes que pocas veces rinden plenos frutos.