Eran otros tiempos. La Guerra Fría y aquel mundo bipolar que parecía dividir al planeta entre la visión de los EE.UU. y la URSS ya no existe más, y hace tiempo.
En ese contexto surgió el movimiento de los No Alineados. Un movimiento de países supuestamente equidistantes de aquellos poderes tildados como imperiales que se dividían los recursos energéticos, los alimentos y hasta los mapas. Que se amenazaban entre sí con poderosas armas y que, como si el equilibrio del terror hubiese sido poco, se dividían las conciencias de la gente.
Aun así, entonces el Movimiento No Alineado pareció más alineado hacia un lado. La balanza no guardaba un perfecto fiel. Ese mundo ya no está más.
Del poderoso foro de los No Alineados (Noal) solo ha quedado una sombra escuálida y anacrónica. La semana pasada la ‘Cumbre’ de apenas 15 mandatarios de 120 países es la foto del poco resultado diplomático.
Siempre se ha cuestionado la validez de las cumbres; muchas han servido de plataformas para discursos y fotos. Hoy que las tecnologías de la comunicación cambiaron la faz del planeta, cada vez se ven más obsoletas. Esta última costó USD 200 millones al empobrecido pueblo venezolano. Fue escenario para una solidaridad con un Gobierno cuyo prestigio se cayó a pedazos en un país castigado por el hambre y la falta de libertad. No se trata de definir si Maduro es legítimo por su elección, que lo es. Su fracaso se refleja también en el fracaso de esta última Cumbre.