El presidente conservador Ronald Reagan puso a la isla en la lista de los países terroristas. Barack Obama, 33 años después, en aras de mejorar las relaciones entre ambos gobiernos, la borró.
Mucha agua ha corrido bajo el puente desde el triunfo de la revolución, la proclamación de su carácter socialista y el apego al bloque liderado por la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Tras la Perestroika y la Glasnost cayó el Muro de Berlín y se atomizó la URSS. Cuba cambió el eje y miró a Venezuela. El comandante Hugo Chávez era el nuevo mecenas y le daba petróleo subsidiado. Cuba hace rato dejó de ser una amenaza con la exportación de la revolución, pero Estados Unidos continúa todavía con el bloqueo, en parte por la inmensa presión de la poderosa comunidad cubano-americana desde Miami.
Pero el estado de las relaciones cambió con el encuentro en el funeral de Mandela entre Raúl Castro y Obama, los anuncios de diciembre y el diálogo en Panamá. El momento es distinto. El Congreso de EE.UU. dejó actuar al Presidente y su Secretario de Estado. Cuba ya no es tildada de terrorista. Luego vendrá la nominación de embajadores y, lo más difícil, el levantamiento del embargo que tiene aislada a Cuba del mundo occidental.
Aunque hay mucho trecho que andar para que a Cuba llegue la democracia, la libertad política y una prensa libre, los primeros pasos están ya dados. Poco a poco el último bastión socialista en América cambia.