El mandato de Fernando Lugo terminó abruptamente. Un juicio político sumarísimo concluyó la tarde del viernes con 39 votos, a pocos meses de cumplirse el período para el que fue electo.
Una semana antes, una patrulla policial fue recibida a tiros por campesinos de Curuguaty. El saldo trágico de 17 muertos desató una reacción que desembocó en un juicio político.
Varios cancilleres de los países de Unasur, entre ellos Ricardo Patiño, se desplazaron inmediatamente a Asunción para expresar sus solidaridad con Lugo. Los cancilleres demostraron el espíritu de cuerpo con el Mandatario del país mediterráneo del sur de América, cuyas cifras de pobreza y corrupción se encuentran entre las más alarmantes del continente.
Fernando Lugo perteneció a la orden sacerdotal Verbo Divino, llegó a ser obispo antes de haber descubierto una vocación política que lo llevó a participar y ganar en las urnas. Se alineó con una tendencia de mandatarios progresistas, ciertamente menos radicales que aquellos identificados con la Alba, y su presidencia estuvo salpicada de noticias de antiguas relaciones sexuales y el reconocimiento de varios hijos.
Lugo se sometió públicamente a la decisión del Congreso y criticó a los parlamentarios que lo defenestraron. Se despidió de la Presidencia desde el palacio de Los López y pidió que no se derrame una gota de sangre. Agradeció el papel de la prensa. Varios presidentes de la región rechazaron la destitución y la calificaron como un golpe de Estado.
Los aliados del continente buscan medidas de presión para Paraguay, y mientras se posesionaba el vicepresidente Federico Franco al frente de la Presidencia anunciaron decisiones en esa línea. La inesperada crisis política debe resolverse sin violencia.