En la madrugada de ayer, dos explosiones causaron la expulsión de ceniza del volcán Cotopaxi. Varios episodios se reprodujeron, con distinta intensidad, durante la mañana y la tarde.
La Secretaría de Gestión de Riesgos decretó la alerta amarilla y, en consecuencia, se activaron los Comités de Operaciones de Emergencia.
La información científica del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional advirtió a tiempo y con información seria y suficiente sobre la posibilidad. Si bien los pronósticos no caben en esta materia, el monitoreo responsable es una garantía para todas las personas.
El volcán Cotopaxi entró en un proceso donde la detección de tremores, gases y, ahora, la expulsión de ceniza pueden hacer presumir un proceso eruptivo. La información y las alertas deben ser manejadas con prudencia y con rigor y, para ello, qué mejor que las autoridades se pongan al frente de manera firme y además con datos certeros y claros.
Luego de las erupciones de los volcanes Pichincha, Reventador y Tungurahua, y en una tierra proclive a las erupciones volcánicas, la información precisa y oportuna y el conocimiento de las rutas de evacuación ante eventuales sucesos futuros son la mejor receta.
Cuando por deslaves, inundaciones, terremotos o erupciones constatamos la vulnerabilidad de la geografía, una actitud ciudadana serena es el mejor antídoto ante alarmas innecesarias. Es hora de dar una vez más una lección de madurez y estar siempre preparados.