Hace 20 años, el Ecuador vivía días de angustia y de tensión. En la selva del sur del país un grupo de militares ecuatorianos entregaba la vida por los ideales para los que se formaron.
El Ejército y la aviación se vieron envueltos en un nuevo conflicto bélico con el Perú. La guerra revivió los días de Paquisha, en 1981, y la desmembración territorial de 1941, que terminó con la firma del Protocolo de Río de Janeiro.
Esta vez, Tiwintza se volvió un símbolo, y el final de las hostilidades entre dos países de similar origen significó para Ecuador una victoria militar que abrió el camino para la paz. El escenario diplomático estuvo signado por el reconocimiento tácito de Ecuador a los países garantes del instrumento legal que durante años había rechazado: el Protocolo.
La paz propició los acuerdos para un entendimiento definitivo que firmaron los presidentes Jamil Mahuad y Alberto Fujimori. La suscripción de Itamaraty no supuso ninguna reivindicación territorial para nuestro país. El premio: el honor y la certeza de un futuro sin nuevas guerras ni víctimas inocentes.
Los acuerdos de paz recibieron promesas de millonarios recursos de la comunidad internacional, que llegaron a cuentagotas ante la poca entusiasta presentación de proyectos binacionales.
El objetivo de construir confianza se va logrando y 20 años después de la guerra se cosecha una convivencia civilizada y armónica con el vecino del sur. La paz y el futuro, tal el legado de los soldados que dejaron su vida en el Alto Cenepa.