La confesión sobre la falsificación de su título de economista, su viaje al exterior, la tardía respuesta de la Fiscalía y la justicia no son los únicos temas que al Gobierno le hacen falta aclarar, y al país conocer, sobre la presencia del primo del Presidente.
Es verdad que ante la evidencia y las denuncias de la prensa el poder se portó remiso a reaccionar, el Presidente defendió a Pedro Delgado a capa y espada, le hicieron un pomposo homenaje de desagravio, pero en última instancia la estantería se cayó por su propio peso: Delgado usurpaba el título de economista y por ende no estaba habilitado para ejercer la presidencia del Banco Central. Pero no solo su renuncia y su inmediato viaje a Miami, así como la inacción inicial ensombrecen el historial de un Gobierno que llegó proclamando una revolución ética.
El caso Delgado tiene aristas oscuras que el país tiene derecho a conocer. Su profundización ha revalorizado una vez más el trabajo de la prensa independiente. Los manejos de Delgado en las empresas incautadas Eica, la venta del gigante ingenio Ecudos, las garantías del préstamo de Cofiec a Gastón Duzac, el pago efectuado por un abogado amigo de Delgado para la compra de una propiedad en Miami, merecen esclarecimiento.
Además la trama de relaciones de Delgado con Irán deja mayores dudas que se deben aclarar por completo. Es una deuda ética pendiente.