La carta del Mandatario al Presidente de la Asamblea puede mostrar su concepto pobre de la democracia, su intolerancia esencial o ser otra cortina de humo. El veto total al proyecto de ley de la Función Legislativa y la carta insólita conocida esta semana, son dos actos del Ejecutivo que tensan la cuerda en su relación con la Asamblea. En un modelo acentuado de concentración de poder ha sido difícil, casi imposible, sostener que hay independencia entre las funciones del Estado como corresponde a una democracia que se respete.
La filtración de la carta del Presidente al titular de la Asamblea cuestionando actuaciones del Legislativo abren un espacio, si no a una pugna de poderes imposible dada la correlación de fuerzas, por lo menos a nuevas tensiones.
Se podría tratar de una nueva cortina de humo para despejar la atmósfera poco propicia a la buena imagen después del escándalo de los comisarios en la provincia del Guayas, que acarreó la salida del Gobernador o del todavía comentado caso de la narcovalija. El tono de la carta revela, sin embargo, esa intolerancia esencial que trasciende en todos los discursos de Rafael Correa. Podría ser una más de las piezas discursivas de una comprensión del poder desde el autoritarismo o la evidencia de la poca importancia que el Presidente concede a las opiniones ajenas.
El Presidente fustiga a los legisladores por los exhortos, por lo demás un recurso habitual en el Parlamento. Otro agravio a la libre expresión. Tras la imposible aprobación de “su” ley de Comunicación, el veto total a la Ley de la Función Legislativa congelándola durante un año, hasta después de las elecciones de 2013, no es ni mucho menos una buena señal. Tampoco fue contundente la tímida respuesta del titular de la Asamblea, que confirma una suerte de sumisión a un poder vertical que no admite disenso ni diferencias de opinión.