La carrera diplomática y su ejercicio con las más altas capacidades intelectuales y preparación profesional requieren alta precisión y sutileza. Especialmente en un mundo interconectado y globalizado.
Las altas autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores deben cultivar una visión abierta y generosa, ecuménica y profesional en beneficio de nuestros intereses, pero sin descuidar esa labrada arquitectura del mundo contemporáneo que hilvana las relaciones internacionales entre pueblos y gobiernos.
La lógica aconseja, para el desempeño de la Diplomacia, una dosis de experiencia y lucidez para mirar al mundo de manera integral que se obtiene de actualización continua.
El Gobierno, a cuyo encargo constitucional está la tarea de la conducción de la política exterior, optó desde su primer período por nombrar para las funciones de Ministro de Relaciones Exteriores a ciudadanos ajenos a esa formación académica.
Hoy en la Cancillería está un político cercano al Presidente que ya pasó por tres ministerios y llegó rodeado de varios asesores. Uno de ellos, un funcionario de experiencia en el periodismo que acogió la nacionalidad ecuatoriana hace dos años, fue designado Vicecanciller.
Este hecho ha provocado la protesta de los diplomáticos de carrera agrupados en distintas organizaciones de defensa profesional que ven el peligro de un sesgo político en la conducción de esas delicadas tareas.
Ecuador debe abrirse al mundo y mirar por sus intereses, asegurar una gestión profesional y enviar mensajes claros que nos permitan tener relaciones abiertas y comercio fluido con todos los países. Hacen falta diplomáticos profesionales de primera, muy bien preparados en la materia y sin riesgosos prejuicios ideológicos.