La reciente reunión del Mercosur fue el escenario donde se evidenciaron con nitidez las complejidades de la integración comercial. Además, los nuevos tiempos muestran las dificultades de la supervivencia de la Comunidad Andina, con más de 40 años de existencia.
La ausencia de la representación de Venezuela, el miembro más reciente, por razones de fuerza mayor -la salud del presidente Chávez -, marcó el inicio de una reformulación en el cónclave comercial del sur. En esa región, el desarrollo industrial, los procesos productivos, la complementariedad y los cambios de las monedas nacionales modifican de manera constante las balanzas comerciales en períodos cortos. El desafío mayor para el ente integrador del sur está marcado por procesos de crecimiento y desarrollo, tensiones sociales y estándares jurídicos que no han tenido un ritmo similar ni armónico entre las naciones.
La Diplomacia ecuatoriana puso una pausa, quizá pensando en el calendario electoral de nuestro país. Seguramente también para estudiar con cautela, de forma detenida y con argumentos técnicos la velocidad de su ingreso al ente integrador. Esto debido a las condiciones que una unidad comercial como el Mercosur puede imponer para nuestros productos y los riesgos ante socios más avezados y con destrezas en volúmenes de producción y competencias de manejo de mercados abiertos y exigentes.
Mientras eso ocurre, la Comunidad Andina vive horas de declive. La salida venezolana ya le propinó un golpe contundente y ahora el deseo de Bolivia de incorporarse al Mercosur puede ser factor de mayor contracción. Todo ello mientras Colombia y Perú redimensionan su potencial con Europa y EE.UU., y Ecuador se queda al margen.