A poco tiempo de conmemorar el primer año del último período de Rafael Correa, de los tres consecutivos, la cita de los dirigentes de Alianza País hizo una renovación en la Secretaría Ejecutiva, cuya responsabilidad recayó en la ministra Doris Soliz.
Las señales fueron claras. El presidente sigue siendo Rafael Correa. Los vicepresidentes son Lenín Moreno y Jorge Glas. Como para no dejar dudas sobre el entramado que constituyen Gobierno y movimiento, al anunciar la reforma al Código Laboral en la tarima.
Pero Alianza País ya no es el mismo movimiento. Menos desde los resultados electorales del 23 de febrero, sobre los cuales la retórica se resiste a reconocer el mensaje de las urnas. Como en el fútbol, si la alineación ganadora no se cambia luego de un triunfo, el rediseño del Gabinete no hubiese tenido razón de ser. Menos, el cambio del DT, para continuar con el símil futbolístico.
Quizá se quiso dejar caer el peso de los resultados en el Secretario Ejecutivo y, con su cambio, exorcizar fantasmas. Algo que puede servir para el discurso ante la militancia, pero la mayoría de ciudadanos sabe que tras siete años de ejercicio del poder AP ya no es fuerza hegemónica. Hay un diverso espectro desde el centro hasta la izquierda.
También, que las proclamas del 2006 han quedado atrás -como con el Yasuní-, que una parte de la dirigencia de izquierda ya se ha ido y que el pragmatismo gana espacio en el movimiento gobernante, más allá de los discursos.