El mundo está cambiando. Tras el fin de la Guerra Fría y el poder bipolar de Estados Unidos y la Unión Soviética, la incursión de China marcaba un mapa distinto al conocido desde el ocaso de la II Guerra.
Más de dos décadas después el planeta parece reordenarse políticamente con otros actores y aun con otros horizontes. Tal la suprema importancia de la Cumbre de los Brics, recientemente celebrada en Brasil, y los encuentros con mandatarios de otros dos bloques de nuestro continente, como Unasur y Celac.
Los Brics -Brasil, Rusia, India China y Sudáfrica- son ya jugadores importantes en el tablero de la economía mundial y, por qué no, de la gran política.
Pese a su acelerado crecimiento económico y avances tecnológicos guardan en sus entrañas el origen de la inequidad a la que se someten millones de sus propios pobladores.
Lo que parece ser cierto es que el poder de Estados Unidos, el alcance y proyección de los países de la Unión Europea y su gigantesco mercado -vulnerable por aspectos de las economías menos estables de la región-, o los espectaculares resultados de los tigres asiáticos, ya no son los únicos aspectos en cuestión.
Las potencias emergentes de los Briscs tienen voz, poder económico y capacidad de convocatoria frente al dominio unipolar que pareció empezar a gestarse hace dos décadas y juegan su propia partida en el tablero del mapa mundi.
Frente a esta realidad la América Latina diversa tiene mucho que decir y lo está diciendo; el mundo está cambiando.