Hoy es el último día de un año difícil para muchos ecuatorianos. El terremoto y la angustia económica lo marcan.
El ciclo económico vino precedido de dos años difíciles. La reducción de ingresos petroleros y tributarios -frente a la persistencia del gasto estatal- generó recortes, lo cual trae aparejados problemas en el empleo y recesión.
Las salvaguardias frenaron el comercio y cambiaron las condiciones en las fronteras: allá se dirigieron muchos ecuatorianos para abastecerse.
Se sumó el gasto de los sismos que azotaron Manabí y Esmeraldas y que también sacudieron el escenario impositivo. Y si bien el fenómeno dejó muerte y destrucción, de los escombros salió la potente huella de la solidaridad y la resilencia. Ecuador, su gente, es capaz de reponerse, levantarse, luchar.
En lo social, el cierre de la UNE, los veedores condenados y las tensiones por el conflicto en la zona minera entre el pueblo shuar y las fuerzas de seguridad dejan su huella en el año.
Las denuncias y procesos judiciales por supuesta corrupción en Petroecuador, así como el caso Odebrecht, no han hecho sino empezar.
Una noticia esperada y positiva que puede traer un futuro mejor es el acuerdo con la Unión Europea que selló el Gobierno, venciendo sus objeciones internas y que da una luz al país.
Hábitat II fue una vitrina del Ecuador al mundo y una oportunidad clave. Un Ecuador que espera días mejores en el 2017, año de decisiones electorales.