Más allá de la tragedia humana y la catástrofe económica que supone el terremoto reciente de Japón, la alarma mundial se levantó en la planta nuclear que ha experimentado explosiones y revela la fragilidad de estas estructuras delicadas.
Japón recibirá apoyo técnico de varios países, entre ellos Estados Unidos. La comunidad internacional mira con preocupación el cataclismo japonés, que muestra que ni siquiera un país con altos estándares de seguridad en materia de construcciones sismorresistentes está libre de los impactos que un gran terremoto puede acarrear en complejos sensibles como los nucleares.
El mismo Japón tiene un total de 54 centrales nucleares. Estados Unidos posee 104, Francia 58 y las hay en Rusia, Corea del Sur, India, Inglaterra, Canadá o Alemania.
Esta alerta mundial ha parado algunos procesos de construcción de nuevas plantas y levanta un debate científico y político sobre la seguridad mundial. Mientras muchas voces se cuidan en diferenciar los riesgos de Fukushima de los de Chernobyl, que sacudieron a la ex URSS en 1986, otras voces recuerdan la alarma de 1979 en Harrisburg, EE.UU. (Tres Millas).
Las plantas nucleares tienen además la fuerte oposición de los grupos ecologistas y pacifistas. Los primeros advierten los riesgos de seguridad (y el impacto de Fukushima es un ejemplo) del potencial nuclear.
Lo cierto es que ante la escasez de fuentes de energías no renovables y las reservas frágiles de combustibles fósiles, la energía que produce la reacción en cadena, como resultado del proceso de fisión de neutrones en el átomo para generar electricidad es efectiva. Ante la crisis de Fukushima, las precauciones mundiales deben ser totales para preservar a la gente de los efectos nocivos de la radiactividad.