La naturaleza y sus imponderables marcan la vida nacional. Las autoridades declararon alerta naranja por el Tungurahua. El Presidente decreta la excepción por El Niño.
Dos temas que no tienen conexión vuelven a mostrar las dificultades de vivir en una geografía complicada y una naturaleza feraz, siempre fortuita.
La situación del volcán Cotopaxi, al parecer, amainó temporalmente, y aunque los científicos insisten en que el período eruptivo no ha hecho sino comenzar y que la amenaza estará presente junto a nosotros por varios años, su estado no resulta crítico en estos días.
Sí lo ha resultado, empero, para las actividades comercial, industrial, agrícola y ganadera y para las festividades que han marcado la vida de la provincia de Cotopaxi. El país debiera mirar su situación con sumo interés y solidaridad.
Ahora otro volcán, cuyas noticias nos han acompañado desde el fin del siglo XX, vuelve a obligar a una declaratoria de alerta naranja. Se trata del Tungurahua, que ha mostrado lava incandescente y caída de ceniza en sembríos y poblados cercanos.
Además, el Gobierno, basado en las previsiones científicas, ha declarado el estado de excepción luego del decreto de emergencia para 17 provincias, por la presencia del fenómeno de El Niño y su potencial afectación a vidas humanas, a campos y cultivos, y a la producción nacional. Es menester estar siempre preparados frente a los posibles efectos de los fenómenos naturales. Informar con transparencia debe ser la clave.