En esta ocasión hablamos de la capital de Napo, en el Oriente, pero antes lo hicimos de Santa Rosa, en El Oro. Son dos ejemplos del desperdicio, o al menos de la falta de priorización adecuada, de los recursos estatales ante las necesidades, que siempre son mayores que los dineros disponibles.
Para el caso que nos ocupa la inversión fue de USD 43,6 millones, una cifra nada despreciable. Pero no se trata de criticar sin fundamento. A nadie le es ajeno que una buena infraestructura aeroportuaria puede fomentar el turismo y dinamizar las economías regionales, pero lo ocurrido en Tena es el ejemplo de las obras sin planificación ni acompañamiento de otras políticas gubernamentales y de coordinación público-privada.
Las salas de embarque, cafeterías y mostradores del terminal aéreo de Tena lucen vacíos; los estacionamientos sin autos son la fotografía de una obra pública sin pies ni cabeza. Apenas hay tres vuelos semanales (lunes, miércoles y viernes) de Tame, empresa tradicionalmente subsidiada, y con un 40% de ocupación. No se han coordinado actividades conexas. Obras poco efectivas como esta lindan con el derroche. El aeropuerto se inauguró en octubre del 2011, y en junio del 2012 empezaron estas pequeñas operaciones. Hay una pista, eso sí, capaz de recibir a un Boeing 767, que durante quién sabe cuánto tiempo los habitantes de Tena seguirán esperando, como si de una nueva versión de la leyenda de El Dorado se tratase.