Con operativos como el de Santo Domingo de los Tsáchilas, los soldados tienen un rol en seguridad interna.
La estrategia está marcada. El Gobierno siente la necesidad de acudir a las Fuerzas Armadas para cumplir tareas relacionadas con la seguridad interna del país.
En Santo Domingo de los Tsáchilas, desde hace dos semanas, los soldados patrullan las calles. Mucha gente se siente segura con su presencia, mientras otras personas se sienten incómodas por las armas que portan.
El despliegue ya se ha iniciado en otros lugares del país, como constató este Diario en el caso de la zona compleja de San Lorenzo, en la provincia de Esmeraldas.
La Constitución manda en su artículo 158, inciso segundo, que: “Las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la integridad territorial. La protección interna y el mantenimiento del orden público son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional”.
Quizá para ajustar esta decisión política se busca un cambio en la letra de la Carta Magna.
El hecho es que esta visión de orden y control para luchar contra la delincuencia parece requerir del refuerzo militar para una Policía que no se da abasto en sus tareas de vigilancia.
En Santo Domingo, varios delitos, según estadísticas del Ministerio del Interior, han crecido. Los más frecuentes son muertes violentas, robo a personas, atracos a viviendas, robo de vehículos, sustracción de motos, robo de locales comerciales, asaltos en carreteras, etc.
¿Los militares están preparados para asumir esta tarea? No lo parece.