Vivimos en el país ideal, el de los acuerdos, el del respeto a las opiniones ajenas. Dentro de las filas gubernamentales no hay pensamientos diversos, en la oposición tampoco, todos buscan el bien común, aman al prójimo. En Ecuador, oposición y oficialismo están unidos por una palabra mágica, cortísima, que apenas tiene tres letras, aunque en la realidad solo tiene dos: el ego o el yo que, en el psicoanálisis freudiano, significa alcanzar el yo soy: mis ideas sobrepasan a todas las demás. Todos unidos en torno a esta condición y fin de la ironía.
El egocentrismo es la exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como el centro de la atención y de todas las actividades. ¿Quiénes son más propensos a esta patología social? Los cantantes, los actores, las reinas de belleza. Pero principalmente, en grado superlativo, los políticos, en el poder o en la oposición, en el Ejecutivo, en el Legislativo y en todas las campañas electorales.
El ego acelera la amnesia para no recordar los pecados pretéritos. Los invito a mirar a nuestro alrededor, a revisar la historia para confirmar o desmentir si hay relación entre el poder político y el ego. ¿Recuerdan cuántos años permanecieron en el poder Stalin, Hitler, los Castro, el emperador de Etiopía, los Somoza, Stroessner, Pinochet, Chávez? La lista es interminable. En nuestro país, Velasco Ibarra fue cinco veces presidente, algunos legisladores y alcaldes se reeligieron por varias décadas. El actual régimen cumplirá 10 años y quiere seguir, la oposición lo quiere impedir, pero no podrá por causa de la patología de tres letras.
No voy a defender, simplemente voy a citar uno de los casos más patéticos de los últimos días, el de Fernando Bustamante, quien por no votar a favor de una resolución de su partido sufre ahora los peores ataques, precisamente de esa sociedad unida por esta enfermedad conocida como ego. Aquí coinciden perfectamente opositores y defensores del Régimen. Esos mismos opositores que en el plebiscito se pronunciaron a favor de que el país tenga una Ley de Comunicación, ahora condenan a Bustamante. Los militantes que solo levantan la mano para votar y carecen de intelectualidad, quieren que Bustamante desaparezca.
Desde un salón de la diplomacia o desde una sabatina el ego vocifera contra la Universidad Andina, le dice que está errada, que debe elegir otro Rector, uno que milite en el estatus oficial. Desde la suntuosa sede de la Unasur, el ego de los presidentes clama a viva voz que se acabe la pobreza, después de eso se van con sus conciencias a descansar a los hoteles de cinco estrellas.
El ego de los dirigentes de Pachakutik grita al mismo tiempo, se acusan y se condenan. Pero ojo, no hay político que en su currículo pueda exhibir candor o virginidad; sin embargo, les sobra ego.