En lo que va del siglo no hemos podido cambiar la economía ecuatoriana en algún sentido estructural y no hay motivos para creer que en el mediano plazo dejemos de ser un país que tiene una vida meramente orgánica, despreocupado de lo fundamental, que crece poco, vegetativamente, porque no hay el impulso voluntario para cambiar, quizá porque el facilismo petrolero así lo determinó.
La estructura productiva que se hizo en la segunda mitad del siglo pasado logró competitividad en los productos tradicionales: petróleo, banano, camarón y productos del mar, flores, café, cacao, turismo, que seguirán soportando el peso de mantener la dolarización.
En estos 17 años no hemos creado ningún otro motor de crecimiento genuino de magnitud equivalente. El reto es ser más que un simple productor vegetativo sin orientación certera hacia el comercio internacional del siglo XXI. Es diversificar nuestra estructura productiva para modernizarla, lo que supone un esfuerzo superlativo de toda la sociedad ecuatoriana. Este es un objetivo central de cualquier Plan de Desarrollo si no queremos quedarnos retrasados para siempre.
El Capital Físico se puede atraer promoviendo proyectos rentables como la minería responsable, pues el capital no es filantrópico. El Capital Humano ha mejorado y vemos jóvenes emprendedores que están en fase de despegue, más el concurso de los estudiantes que ya están regresando terminando sus estudios en Universidades de prestigio mundial. Y sin esperar tanto, es de sentido común implantar ya un Plan Transversal de Productividad para: producir más banano por hectárea, más leche por vaca, más flores y camarones por unidad productiva, más y mejores telas y zapatos por día de trabajo,etc…
En turismo ya deberíamos hacer lo que ha hecho Perú para conseguir más de 3 millones de turistas al año y trabajar como hace Colombia para posicionar sus productos en el mercado mundial. O constituir empresas mixtas con inversionistas colombianos o peruanos para aprender a vender productos a la Unión Europea con calificación acumulada de origen. Es tiempo de abrir nuestra economía a la competencia internacional, también en forma gradual y progresiva, anunciando medidas predecibles y creíbles para seducir a los inversionistas nacionales y extranjeros con proyectos concretos, viables y rentables, porque sin ellos todo es puro bla bla bla.
Para ser algo más que exportador vegetativo, las empresas ecuatorianas ya deberían estar identificando nuevos productos exportables a los 27 países europeos que nos han abierto sus mercados y formando consorcios de exportación de las pequeñas y medianas empresas para exportar cumpliendo los requerimientos europeos, haciendo empresas mixtas con inversionistas europeos, para producir algo trascendente y no solo “uvillas, chochos y mangos” como sugieren funcionarios europeos en Quito.