El viernes 7 de febrero de 1997, el Diario EL COMERCIO salió a las calles con un título que algunos calificaron de histórico y otros de histérico. Decía nada menos que “Ecuador amanece con tres presidentes”. ¿Cómo era posible semejante trilogía y barbaridad? Vamos a intentar una síntesis del caso, que varias veces ha sido mencionado por el presidente Correa para destacar la inestabilidad ecuatoriana de antes.
Abdalá Bucaram era conocido como atleta. Tanto que en 1972 representó al Ecuador en los 100 metros planos en los Juegos Olímpicos de Múnich, pero no corrió por una lesión. Por esos años su tío Assad Bucaram Elhmalin estuvo cerca de llegar a la Presidencia del Ecuador, pero Velasco Ibarra y los militares consideraron que -pese a su fama de honrado y personaje interesante- era “indigno de llegar a Carondelet”.
Abdalá fue nombrado intendente de Guayaquil por su hermano político el presidente Jaime Roldós, quien asumió el poder en 1979, y allí comenzó su ascenso -con varios descensos, incluyendo un exilio en Panamá luego de ser Alcalde-. Lo cierto es que -venciendo a sus rivales Jaime Nebot, Rodrigo Paz y Freddy Ehlers, entre otros- Abdalá llegó a la Presidencia en agosto de 1996. Tuvo momentos interesantes -como su tío- pero más se dedicó al canto, al baile y a las travesuras. Y cayó en febrero de 1997, a los seis meses de su triunfo.
El 6 de febrero, el Congreso -interpretando la ley a su manera, con 45 votos entre 82 legisladores- reconoció sorpresivamente a su presidente, Fabián Alarcón, como el nuevo Gran Jefe o sea como Presidente del Ecuador. Por cierto, la vicepresidenta Rosalía Arteaga no reconoció la jugada y se proclamó presidenta y Abdalá, claro, no aceptó que le tumben acusándole de loco. Al amanecer del viernes 7 de febrero, los tres se proclamaban presidentes y los periodistas de EL COMERCIO usaron ese título tremebundo pero verdadero. Tres presidentes.
El presidente Correa rememora esa historieta para enfatizar la inestabilidad anterior y adopta medidas para que nadie sueñe en tumbarle. Como yapa, actualiza las caídas de Mahuad y Lucio -al que ayudó a tumbar- y reitera que no se confía aunque haya ganado una decena de elecciones en sus casi ocho años de Gran Jefe -presidente dicen unos, cuasi dictador otros- con todos los poderes. Peor aún con el singular episodio del 30-S y con el revés del 23-F. Tanto protege su estabilidad que -elegido para cuatro años- se aproxima ya a los ocho y es muy probable, casi seguro, que vuelva a lanzarse el 2017.
Mientras tanto, quienes le rodean acusan de “golpistas” a los que se oponen con algún entusiasmo. Eso sucedió el miércoles 17 y el Presidente organizó una contramanifestación para enfrentar a una marcha que sumaba todo: opositores, descontentos, inquietos y emepedistas. Para que no haya choques hubo un gran despliegue policial. Con choques, por supuesto. Conclusión: los extremos son viciosos. Mal, muy mal la inestabilidad de ayer, pésimo lo de los tres presidentes. Pero igualmente sería mal y pésimo que cien votos aprueben la reelección indefinida.
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