Cuando el papa Francisco dice en su visita que es muy necesario para un país el crecimiento económico, la creación de la riqueza y que esta llegue a todos los ciudadanos, no solo que coincide con otros pronunciamientos, como el de Deng Xiaoping en la reforma de la China comunista (¡ Enriquézcanse!, El COMERCIO, 10 de junio 2015).
También, abarca con su prédica desde el concepto más elemental de una economía, que termina con la distribución de la “riqueza creada”, hasta la respuesta que proporciona en forma sutil a los problemas de los países que han caído en el dilema económico del centro periferia que caracteriza a la mundialización del presente siglo. No se puede soslayar que el funcionamiento de la economía a nivel nacional y global es de carácter macroeconómico y también de carácter geoeconómico.
No comprender que por efecto de la interdependencia, además de tratar de satisfacer las demandas internas, hay necesidad de comercializar a través de las firmas transnacionales e integrarse al comercio interregional, significa despreciar las ventajas que ofrece la posición geográfica relativa del país. Espacio geográfico que converge con el espacio económico, para valorar a la región a la que se pertenece integrándose para la conformación de un polo económico, que a través de bloques o redes se pueda potenciar las capacidades de producción y comercio. Así los Tigres del Asia salieron del subdesarrollo en la década de los 70.
Hay una gran ventaja para los países en aplicar la industrialización tardía; pero con seguridad y confiabilidad para las inversiones que se orienten a incrementar la producción y la generación de riqueza sin despreciar al capital a título de que primero el individuo. La pregunta es, entonces, ¿qué se va a distribuir, acaso el ahorro de los que sí han sabido con esfuerzo crear y acumular lícita y sacrificadamente un pequeño patrimonio? Siendo así no hay necesidad de una gestión de la economía, sino de un más grande y exigente SRI para una mayor distribución de lo que hay.
Un modelo económico patrimonialista populista, con gastos exorbitantes en empleados gubernamentales que -a manera de puerta giratoria- se va turnando en las canonjías del poder. Subsidios que se perpetúan, son un núcleo duro y cautivo de simpatizantes “aplaudientes”.
Megaproyectos inoficiosos copiados de países que para llegar a esa etapa, contaron con recursos y capacidades nacionales suficientes, han atravesado varias décadas en una progresiva adecuación de la capacidad productiva, calificación de la mano de obra y sustentabilidad de largo plazo y no únicamente basados en la abundancia financiera coyuntural, como ha ocurrido con la Refinería del Pacífico.
La depresión, soberanía y salida de la deuda, nos dice Grecia, le pone en manos de la Eurozona, FMI, Brics, para pasar a un programa de reajuste que significa trasladar a la población la irresponsabilidad de ideologías que se han turnado en el poder y que luego “terminan en dictaduras”, como dice el Santo Padre.