Hoy en día, las mujeres en Latinoamérica tienen igual o mayor educación formal que los hombres. Asimismo, la participación de las mujeres en la fuerza laboral ha venido creciendo de una manera exponencial, donde hoy en día se estima que las mujeres componen aproximadamente el 50% de la fuerza laboral profesional.
Sin embargo, a pesar de ello, las posiciones de alto mando a través de las distintas industrias siguen estando dominadas por los hombres. El porcentaje de mujeres en las juntas directivas y en los equipos ejecutivos permanece estático en alrededor de un 15%, y solamente un 3% si hablamos de los CEOs de las empresas de la Lista Fortune 500. De acuerdo al Latín Business Chronical, solamente el 1,8% de las empresas latinoamericanas están dirigidas por mujeres.
Es más, al realizar un promedio de las dos medidas que miden el empoderamiento de las mujeres en el reporte de la Brecha de Género del Foro Económico Mundial (participación económica y empoderamiento político) vemos que actualmente Ecuador se encuentra en la posición número 60 en el mundo en cuanto al empoderamiento femenino.
Algunos se preguntaran ¿y qué importa? Datos del Centro de Liderazgo de la Mujer de Incae indican que a la mayoría de los líderes (hombres) del sector público y privado no les importa. Debería de importarles ya que en el siglo XXI, la diversidad de género en el liderazgo es un factor crítico para la competitividad organizacional.
Una reciente encuesta del grupo de Consultoría de Boston reveló que como la mayoría de las organizaciones están siguiendo sus prácticas de negocio de manera usual y fallando explotar la forma en que estas pueden satisfacer las necesidades de este nuevo mercado femenino, las mujeres en las economías desarrolladas y en vías de desarrollo se sienten muy desatendidas. Aprovechar y satisfacer las necesidades de este nuevo mercado requiere de un entendimiento del mismo. Además, las mujeres ahorran, gastan e invierten su propio dinero de una manera muy distinta que lo harían con el dinero de alguien más. Desarrollar los productos y servicios para atraer la economía femenina requiere de más mujeres en la toma de decisiones.
Las mujeres son la mitad de la fuerza laboral profesional, pero los líderes son seleccionados solamente de la otra mitad. Existe un desperdicio absurdo de recursos, aun si estuviésemos en circunstancias normales, pero no lo estamos. En los últimos 10 años ha habido una tendencia mundial de deceleración poblacional (disminuciones abruptas en la tasa de fertilidad), y por ello lo que se nos avecina es una guerra de talento. La competitividad de cualquier empresa requerirá de su habilidad de atraer, retener y promover el mejor talento.
La diversidad simplemente es una buena estrategia.
*El artículo es de Susan A. Clancy y Lucienne Rodríguez Barberena, del Incae