Es probable que la obnubilación que causa el control casi total de las áreas políticas y sociales de una nación permita considerar que igualmente puede acontecer con la economía; pero eso, es un grave error. Se pueden someter a las funciones del Estado hasta amalgamarlas al poder único por la coerción de la hegemonía política; someter las decisiones de los entes de control y ejercer un dominio extenso en el mapa municipal. Pero en la economía tales variables no funcionan con esa exactitud, pues la lógica del poder es muy voluble en este campo.
Salvo el caso de los imperios antiguos o presentes la economía está sujeta a dos variables sobre las cuales la voluntad del mando es limitada y no impone resultados. El sector privado en cualquier matriz puede ser acosado por múltiples disposiciones pero, por la naturaleza de la actividad, siempre existen resquicios en los que la creatividad aprovecha los estrechos márgenes de posibilidades que los regímenes cerrados permiten. De otra manera, no existieran los mercados negros o paralelos en las peores dictaduras, tampoco los cambios oficiales y los de la calle, o situaciones esotéricas como las del Sucre para los países de la Alba que terminan en el fraude y el ridículo.
La situación es más compleja en el campo externo del mundo globalizado tanto en lo referente a la dimensión y apertura de los mercados como a los del crédito y las finanzas de organismos multilaterales que se desenvuelven en ámbitos muy diferentes a los de la política encerrada en el marco de un Estado Nacional. Se puede despotricar sobre estos últimos, pero es normal que llegue el momento de tocar sus puertas. La soberanía también se la defiende con sagacidad.
El análisis combinado de los dos parámetros, el político y el económico, obliga a que ninguno de los dos sea excluido y que, por tanto, la “política económica” sea un ejercicio permanente tanto en el campo interno como en el internacional. Por lo tanto, la conducción del país no tendrá ninguna variación si no se desarrolla una estrategia combinada para que se realice un auténtico cambio de la matriz productiva. Al parecer en coyunturas como la que atraviesa el presente y el inmediato futuro del Ecuador una apertura liberal en economía – real o maquillada- es indispensable. El sector productivo privado debe recuperar el espacio perdido en estos años en favor del público y ser la señal para enfrentar escenarios menos benignos antes de que sea efectivo el potencial hidroeléctrico y las nuevas reservas petroleras. No hay que olvidar que la Unión Soviética consumió mucha azúcar cubana a grandes precios, pero que también esa primavera tuvo que ceder espacios a otras estaciones del clima mundial. En estas condiciones la política internacional deberá aprender a cerrar la boca y asimilar tragos amargos como sucede desde siempre. El apretón de manos entre Obama y Castro es un buen ejemplo.