Nunca antes en Ecuador los resultados de una elección habían generado tal cantidad de interpretaciones distintas y contradictorias, muchas de ellas sesgadas o disparatadas y tan cínicas como afirmar que Correa es el ganador de la contienda. O insistir, por el contrario, en que Correa ha muerto. Ni lo uno ni lo otro es cierto pero cada analista o político o periodista usa el micrófono para trasladar el agua al molino de su ilusión o su rencor o su esquema de análisis, pasando por alto una verdad del tamaño de una catedral; a saber: que al final del día todos esos escenarios penden de un hilo. Y ese hilo es la salud del presidente Moreno. Si ese hilo se rompe (Dios no permita, como decía mi abuela) la señora Vicuña asumirá la presidencia y será un borra y va de nuevo porque ella es una socialista de verdad que aprendió desde la cuna que Cuba representa el futuro de la humanidad.
Son varios los aprovechados discípulos de Rafael Correa que persisten en el Gobierno. Ahí está, por ejemplo, la canciller Espinosa que atribuye a su estrategia (correísta) de presión política contra los jueces el haber logrado una decisión favorable de la Corte Interamericana. Antes, en la noche de la victoria electoral, se había dado el gusto de aterrorizar al país al prometer, como dirigente de AP, que iban a recuperar el espíritu fundacional de la Revolución Ciudadana. Se refería al espíritu verde-flex que descendió sobre los constituyentes de Montecristi cual lenguas de fuego del Espíritu Santo. Para graficarlo mostró a cámara sus manos relucientes y se tocó el corazón ardiente tal como lo hacían Jorge, Gabriela y Marcela cuando todos y todas eran panas del alma.
Frente a la perspectiva de reeditar el socialismo del siglo XXI, la salud del presidente es una cuestión de seguridad nacional. Algo que ya se advirtió cuando Glas era aun su vicepresidente, pero que continúa vigente. Más allá de las disputas normales de la democracia, Lenín, quien ya volvió una vez de la muerte y ha tenido una carrera política espectacular, necesita de todo el respaldo para que complete su período.
No solo eso. Si para frenar electoralmente a Correa se unieron las fuerzas más dispares, desde la derecha de Nebot y Lasso hasta la izquierda cavernícola, hoy se requiere de un frente de otro tipo para proteger a Moreno de numerosos correístas camuflados que lo rodean y que sueñan con apartar a los ‘agentes de la oligarquía y la partidocracia’ tales como Campana, Eva Mejía y el embajador Carrión.
Por ello, no se trata solamente de reemplazar a los cuadros que dejó enquistados Correa, sino de que el presidente oiga el clamor de las urnas y haga cambios radicales en su propio gabinete. Porque mantener a quienes insisten en una política económica e internacional de corte correísta equivale a seguir durmiendo con el enemigo.
pcuvi@elcomercio.org