Dura caída de un ídolo

El deporte está de duelo: el ciclista norteamericano Lance Armstrong, uno de sus máximos ídolos, no pudo sostenerse más sobre sus pies de barro y acaba de caer estrepitosamente, arrastrando en su derrumbe la admiración de millones de personas que lo tenían como un modelo de vida.

La Unión Ciclista Internacional (UCI) aceptó un informe de la Agencia Estadounidense Antidoping según el cual Armstrong no solo ingirió reiteradamente sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento, sino que hasta armó una red de complicidades al exigir a compañeros de equipo que utilizaran los mismos productos que él. La UCI despojó a Armstrong de todos sus títulos, incluidos los de la prueba más importante en la historia del ciclismo, la mítica Vuelta de Francia, que ganó siete veces, entre 1999 y 2005. Armstrong mejoraba su rendimiento mediante la utilización de drogas médicas que se inyectaba , incluso en pleno pedaleo competitivo. La más conocida es la eritropoyetina, EPO.

Afectado por un cáncer testicular, Armstrong fue, por sus extraordinarios esfuerzos y sus espectaculares triunfos, ahora se sabe que pírricos, un ejemplo de vida y un estímulo para millones de personas alcanzadas por ese mal. También ello acaba de derrumbarse. El norteamericano fue separado, incluso, de la Fundación Liverstrong, de la que fue creador y presidente .

El caso Armstrong ha confirmado las sospechas de que en materia de doping todo es posible en el mundo de las dos ruedas. El ciclismo reiteradamente ve caer ídolos, al punto de que ya cuesta creer si las hazañas que se concretan en las grandes competencias son reales o ficticias. Miguel Indurain, vasco, ganador de varias Vueltas de Francia, nunca dio positivo como Armstrong, pero fue denunciado por sus colegas y nunca respondió que no cuando se le preguntó si se dopaba. Y están frescos aún los casos de otro español, Alberto Contador, y el del italiano Marco Pantani. Ésos y otros menos resonantes, pero igualmente graves, fueron descubiertos siempre con posterioridad a las competencias y de los millonarios negocios que genera la publicidad. La UCI quedó nuevamente en el ojo de la tormenta, habida cuenta de que se comprobó que el informe de mil páginas explica que Armstrong no pudo haber hecho lo que reiteradamente hizo sin la colaboración de un ejército de médicos, directores técnicos, preparadores físicos y compañeros de equipo, y autoridades dirigenciales extraordinariamente incapaces o embarcadas en un fabuloso negocio -Armstrong llegó a ganar más de 12 millones de dólares. Hay por delante una dura lucha para que estafadores como Armstrong no manchen al deporte.

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