Columnista invitado
No, de manera alguna, existen solo dos posiciones en el país: lo pro Correa y los anti Correa. Estamos también quienes pretendemos analizar -con alguna objetividad- la historia y los acontecimientos, en especial, de los que somos vívidos testigos. Lo hacemos con pasión, por supuesto que sí, porque amamos nuestra Patria, pero lejos, muy lejos, de entreguismo o gregarismo para alguno de los bandos contradictorios.
Vemos como el actual sistema político ha logrado, en casi dos décadas, cambios profundos -y necesarios muchos de ellos -, que han sido buenos para las grandes mayorías; pero en vez de ir adoptando actitudes de conciliación, escucha, diálogo auténtico, de afinar el tono a serenidad y sosiego, de esquivar confrontaciones absurdas, ha abierto varios frentes -algunos siniestros-, ha radicalizado posturas que al único que ha impactado ha sido a sí mismo.
Entre unos cuantos sucesos, pensamos – irrepetibles-: reiterados y sonados triunfos en las gestas electorales; un hecho inédito, de lo que hemos visto hasta hoy, el gran liderazgo de Rafael Correa a nivel nacional; no habíamos presenciado tanta obra pública ejecutada, ni habíamos vivido con tranquilidad tantos años seguidos de paz, libres de bullas y broncas politiqueras en las calles.
Quienes rezongan contra Correa, entre los que se incluyen reputados y viejos periodistas, viejos no por sus edades, sí por su recorrido profesional, penosamente, muestran apegos -también viejos-, pronuncian y escriben incansablemente, un sinnúmero de veces, la palabra “Correa”; denotan ausencia de sindéresis y, sin embargo de que se autocalifican como “imparciales”, vociferan que “tan solo expresan su verdad”, pero no pueden esconder su postura radicalmente parcializada hacia uno de los extremos.
Los quejicas de la falta de libertad, a través de todos los medios disponibles, le llaman “traidor”, “tirano”, “asesino”, “dictador” y una serie de epítetos impublicables que, si eso no es libertad, permítanme preguntar ¿de qué falta de libertad están hablando?
¿Por qué -ya es hora- el grupo opositor no presenta un líder capaz de concentrar esa dispersa adversidad contra el régimen, alguien, como dicen los guaguas, que “le haga calor” a Correa? ¿Por qué esa caterva de partidos políticos, no fue lo suficientemente capaz de preparar -durante casi 4 décadas que permaneció-, a algunito o algunita que rivalice a Correa?
Pierden el tiempo en la Shyris. En vez de invertirlo en trabajar, inteligentes y laboriosos como son, en un proyecto que le muestre a ese pueblo –como lo alaban- “inteligente, perspicaz y maduro”, para que intenten convencerlo; porque, como marchan hasta ahora, hacen notar que ni ellos mismos están convencidos, peor unidos en un programa, en un plan común, que beneficie al país y no solo a los que dicen representar.