Dicen que una revolución se produce cuando “lo que tiene que morir muere y lo que tiene que nacer nace”.
Si es que ese adagio es cierto, entonces la Dolarización es la única revolución que el Ecuador ha tenido en los últimos cien años.
La Dolarización fue instituida a principios del 2000 como una puerta de escape a la debacle económica y monetaria iniciada con la ‘sucretización’ de la deuda privada en 1983; continuado con el ‘salvataje’ financiero decretado en 1994; y, exacerbado a finales del Siglo XX con la declaratoria del ‘feriado’ bancario.
La Dolarización no solo que logró sepultar bajo una pesada lápida a esos tres grandes crímenes monetarios; sino que a lo largo de estos 18 años ha preservado el valor de los ingresos de los profesionales y trabajadores que, en un 95%, ganan un sueldo o salario fijo; el cual ya no se deteriora con la devaluación e inflación provocadas por los gobiernos que antes podían imprimir billetes.
Adicionalmente, la Dolarización ha permitido que las conquistas laborales impulsadas por los sindicatos del sector formal, se reflejen en verdaderas conquistas económicas. Es así que el denominado Salario Mínimo Vital, que en el año 2000 se fijaba en 38 dólares mensuales, en la actualidad ya alcanza los 386 dólares mensuales, siendo su poder de compra, así mismo, casi 10 veces superior.
La Dolarización también ha logrado proteger a los trabajadores del sector ‘informal’ que constituyen más del 60% de nuestra mano de obra y que se definen como aquellos que se encuentran excluidos de la política laboral, del resguardo gremial y de los beneficios de la seguridad social.
Según encuestas del BCE, en el 2000 el porcentaje de esos ecuatorianos que se encontraban bajo el índice de pobreza cubría al 64.4% de la población. Pero a partir de la adopción del dólar, esa proporción se fue reduciendo hasta llegar hoy al 25.4%.
Por otro lado, la prueba de que la pobreza se ha reducido por la Dolarización y no por la ideología de algún gobierno, está dada por el hecho de que, en lo que va del Siglo XXI, existen dos etapas muy diferentes: la primera cubre el periodo del 2000 al 2007, en el cual la pobreza se reduce en un 4.5% anual; y, la segunda, la etapa del ‘gobierno de la revolución’, que cubre desde el 2007 hasta el día de hoy, en la cual la pobreza se reduce en apenas un 1.4% anual.
Es decir, no han sido las políticas de los gobiernos de ‘derecha’ o de ‘izquierda’ las que en el Siglo XXI han protegido a las clases más débiles; sino que es la fuerza intrínseca de la Dolarización la que –hasta hoy- ha logrado rescatar de la pobreza a más de la mitad de los trabajadores.
Y eso es lo que se supone que debe hacer una verdadera revolución