La atención está en el desplome del precio del petróleo, y su impacto tanto fiscal como en la balanza de pagos. Pero en los talones de este problema viene otro, el fortalecimiento del dólar.
La economía estadounidense se encuentra en frágil recuperación, lo que contrasta con la situación en Europa y Japón, nuevamente en recesión, mientras que a China le preocupa la desaceleración.
La incipiente recuperación estadounidense lleva a las autoridades de dicho país a poner fin al programa de creación de liquidez, lo que augura un alza de las tasas de interés.
La economía estadounidense se torna más atractiva para los inversionistas que las otras. Al fluir los capitales hacia los EE.UU., el dólar se revaloriza. Desde junio 1, el euro se ha depreciado 9% frente al dólar, la libra esterlina 6% y el yen 14%.
La depreciación del euro y la libra pone presión a nuestras exportaciones a Europa, en especial las flores. Allá competimos con los países del este africano, donde hay altura y clima templado. Kenia, excolonia británica, es el mayor exportador con 32% del mercado, sigue Ecuador con 13%, pero Etiopía está próxima a alcanzarnos, con 12%, pero un crecimiento anual de 20%. El dólar fuerte nos quita competitividad.
Otro producto afectado en el mercado europeo es el banano, al encarecerse nuestras ventas frente a exportadores del área euro, Camerún y Costa de Marfil, que gozan de tratamiento especial por ser excolonias.
Más peligroso aún es el encarecimiento de nuestra producción en relación a los países latinoamericanos. En los últimos 24 meses, los precios de nuestros principales socios comerciales sudamericanos han caído en relación con los de EE.UU. entre 8% y 10% los de Perú, Colombia y Brasil, y 15% los de Chile, mientras que nuestros precios han subido 3,2% más que los estadounidenses.
Colombia compite con Ecuador en los mercados mundiales, en particular en flores y banano, y en dos años nuestros precios han subido 13% en relación a los colombianos.
Todos estos países tienen industrias de bienes de consumo que compiten entre sí, y por lo tanto nuestras exportaciones a esos países encarecen, mientras que las importaciones se abaratan. De continuar la tendencia a que se fortalezca el dólar, se debilitaría la balanza no petrolera, con la tendencia a que el país tenga una neta salida de dólares, en circunstancias que el ingreso de divisas petroleras se reduce con la baja de precios.
Este peligro latente no es desconocido por las autoridades, y el flamante Código Monetario empodera a la Junta a establecer metas de déficit de balanza no petrolera y tomar acciones para controlarlo. Pero la solución no puede fundamentarse en restricciones. Aunque le disguste el mercado, el Gobierno tiene que contemplar medidas que bajen los costos de producción.