Milton Luna Tamayo
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Hay seres que teniendo formalmente sanos todos sus sentidos no ven, no oyen, no tocan, ni huelen. ¿Quiénes son estos seres? Son los dogmáticos. Solo ven lo que quieren ver y oyen lo que quieren oír. Esa es su verdad. Esa es la verdad que debemos aceptar todos.
Hay varios tipos de dogmáticos. Unos son por convicción. Lo son desde chiquitos. Su dogmatismo lo llevan en sus genes sociales y culturales. Nacieron así y así morirán. Generalmente tienen pocas luces y son felices en su obscuridad. Han sido formados a través del maltrato constante, psicológico o físico, para obedecer y callar. Son sumisos, no tienen criterio, repiten todo. Son conformistas y extraordinariamente útiles para cualquier proyecto autoritario. Son piezas sólidas del engranaje de dominación. Son obsecuentes servidores de cualquier locura: ¡Lánzate al precipicio! y se lanzan; ¡Roba! y roban con tranquilidad; ¡firma! y firman cualquier cosa; ¡alza la mano! y la levantan… todo lo hacen sin cuestionar, aun cuando perjudiquen a miles o millones.
Otro tipo de dogmáticos son por conveniencia. Más que dogmáticos son oportunistas. Estos son vivísimos. Son tan vivos que se hacen pasar por tontos. Todo lo ven y oyen, pero hacen creer a su entorno, particularmente a sus superiores o jefes, que son ciegos, sordos y mudos. Sin embargo, su zoncería se acaba cuando no son cubiertos sus intereses. Entonces empiezan a contar lo que saben al mejor postor, relatan con lujo de detalles todo lo que registraron cuando aparentaban estupidez. Reinician un “nuevo ciclo” de vida con sus recientes “protectores”.
Hay los dogmáticos amorales y eficientes. Llenos de títulos y glamour. Son repetidores del dogma en público, pero en los espacios reservados son cruelmente críticos de sus patrones. Son pragmáticos al extremo. Su amo no tiene nombre ni ideología ni nacionalidad. Su amo es el dólar y el poder. Venden caro sus servicios a quien les paguen mejor y/o les brinden oropel, caravanas de seguridad y ejércitos de secretarias y asesores.
Otros son dogmáticos por miedo. Se ponen la venda en los ojos, obedecen y callan por terror a perder el empleo, el contrato o el negocio. Sin embargo, hacia sus adentros la frustración se transforma en resentimiento y venganza.
Pero el dogma se acrecienta en quienes, ocupando el trono, viven una realidad ficticia creada por la corte, por los dogmáticos y los adulones, que edifican una muralla impenetrable a su alrededor.
En fin, producto de la tradición y de la escuela, todos tenemos un dogmático dentro. Pero, quien fue formado como librepensador y con ética a través de una práctica cotidiana del sentido crítico y de los principios reduce al máximo la influencia de su “yo” dogmático. ¿Qué pasó en estos años con tantos librepensadores y críticos? ¿En qué tipo de dogmático se convirtieron?