Ante nuestra inflación en dólares, la revalorización del dólar y la caída del precio del petróleo, el Gobierno hizo como los holandeses: construyó un dique. En marzo se impuso una salvaguardia universal de balanza de pagos. Antes se experimentó con una salvaguardia cambiaria andina.
El motivo fue reducir drásticamente las importaciones, adicionalmente a la reducción que se impuso vía cupos. La lógica es que el país no puede tener una balanza de pagos negativa, puesto que significa la salida de divisas y, como no podemos emitir moneda, una desmonetización.
La estrategia de restringir la salida de divisas viene de atrás. Ya tenemos un impuesto del 5% a la salida de divisas, estrategia que expide un tufo de derrotismo frente a la más optimista alternativa: buscar que ingresen más divisas. Porque lo primero contrae la economía, lo segundo la expande.
A estas alturas, las autoridades toman las primeras, tímidas medidas para favorecer el ingreso de divisas, en particular la exención del ISD para la salida de divisas que hayan entrado al menos un año antes para financiar actividades productivas, y que sea una operación entre bancos. Implícitamente, se reconoce que restringir la salida desalienta el ingreso.
Pero lo hecho, hecho está. Tenemos una salvaguardia, se dijo -de boca, no consta en la norma- que durará 15 meses, y que se revisará trimestralmente. Hasta ahí las certezas, en adelante, las incertidumbres.
Primera interrogante: si en el trimestre se revisará la salvaguardia para ir desmontándola gradualmente, o para afinar la medida depurándola de errores, como aquel que en ciertos casos se grava más a las partes que a los productos terminados, fundiendo a las industrias que se proponía proteger. No lo sabemos, puesto que en el primer trimestre no se dio ningún ajuste; ahora se lo ofrece para septiembre.
Lo anterior daría indicios si la salvaguardia se va a eliminar gradualmente y desaparecer en 15 meses, como le entendí decir al ministro Egas, o si se mantendrá los 15 meses sin mayores cambios y solo entonces comenzará a desmantelarse, como creo entenderle al ministro Aulestia.
Incluso, si va a desmantelar en algún momento, la salvaguardia debería ser una herramienta para ganar tiempo para hacer ajustes que permitan enfrentar los desafíos de la balanza de pagos, y hasta ahora no vemos avances en este frente.
Además, la salvaguardia en efecto no solo frenó las importaciones, sino que ha causado que con menos importaciones se paguen más aranceles y, por ende, más IVA a las importaciones. En el primer semestre se compensó la caída de los ingresos petroleros con más ingresos tributarios, no con recorte en el gasto público.
Mantener la salvaguardia más allá de los quince meses debe estar tentando a las autoridades.
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