Es una verguenza para el país la manera cómo actualmente se está manejando la política exterior.
No terminamos de salir del gran papelón internacional que hizo el canciller Ricardo Patiño en la OEA en torno a Israel y, a reglón seguido, se ha cometido otro error. Me refiero a la posición del Ecuador en torno al diferendo que tienen Perú y Chile en la Corte de la Haya sobre sus límites marítimos.
Tras su visita a Lima, el presidente Rafael Correa, de la manera más ilusa e infantil, ha regresado triunfante trayendo bajo el brazo una carta del presidente peruano, Alan García, que no significa absolutamente nada en términos jurídicos. Se manifiesta que entre Ecuador y Perú no hay temas limítrofes pendientes. No significa nada porque en las relaciones entre Estados lo que cuenta son los tratados oficiales y no simples misivas donde se expresa la posición coyuntural del presidente.
Al contrario, el hecho de que Ecuador no se pronuncie en el Tribunal de La Haya deja sin sustento la posición de Chile y, por ende, la posición que tiene el Ecuador con respecto al Perú sobre sus límites marítimos, con fundamento en los tratados de 1952 y 1954. En otras palabras, no pronunciarse en La Haya es desconocer la fuerza y legitimidad de los tratados de 1952 y 1954, ratificar la postura peruana, y botar a la basura la posición que Ecuador como Estado ha mantenido por años sobre sus límites marítimos.
No me llamaría la atención que el futuro mapa entre Ecuador y Perú ratifique lo elaborado en el 2001 por el Instituto Geográfico del Perú. En este se trazan como “límites marítimos verdaderos” de acuerdo a la tesis de la “equidistancia” no solo con Chile sino también con Ecuador. Si esto es así, nuestros límites con el Perú estarían frente al Golfo de Guayaquil.
La posición peruana, pese al importante giro que ha dado en los últimos años en términos de apertura económica e integración, enrarece y perjudica la buena relación que debería existir entre los países de la región. Su postura de la “equidistancia” es inconsistente y no hace más que promover hipótesis de conflicto que, a estas alturas, deberían estar completamente descartadas.
Es inaceptable que se maneje un doble discurso. El presidente Alan García habla de reducir los presupuestos de armamento, sin embargo, los planes de “modernización” de las fuerzas armadas dicen lo contrario. Sus metas: lograr un equilibrio y superioridad estratégica relativa hasta el 2021.
Esto es lo que debería preocupar al gobierno del Ecuador. Claro, esto es producto de la pobre comprensión de los escenarios estratégicos regionales y, sobre todo, de inexistencia de políticas de Estado que estén acordes con los altos intereses y valores.