La figura del espionaje con micrófono es un anacronismo tecnológico, pero quizás resulta buena para retratar el intenso ajetreo al que se autosometió la diplomacia nacional a propósito del ‘affaire’ Snowden. Lo que parecía un segundo capítulo del asilo al ciberpirata Julián Assange se volvió un enredo con repercusiones negativas en varios planos, incluso en la retaguardia de la supuestamente bien soldada integración regional.
El país, más allá del discurso de soberanía que resultó inconsistente, merece una explicación sobre las acciones del Cónsul ecuatoriano en Londres, un activista de derechos humanos que al parecer sufrió el síndrome de Estocolmo. Si una parte de la trama que reveló Univisión es cierta, como lo aceptó el canciller Patiño, su decisión de conceder un salvoconducto a Edward Snowden, exespía de la CIA, va mucho más allá de un acto individual.
También debe explicarse por qué la Embajadora en el Reino Unido habría estado al margen tanto del caso Assange como del caso Snowden. ¿Qué hilos se mueven por sobre los funcionarios, y cuál es el papel de Assange en una diplomacia que usa el adjetivo soberano en casi todas sus declaraciones? Pero hay muchas preguntas respecto de la decisión de renunciar unilateralmente al sistema de preferencias arancelarias para los productos ecuatorianos que ingresan al mercado estadounidense, como respuesta a los condicionamientos a la actuación de Ecuador respecto de Snowden. Un acto tan drástico debía haber tenido un análisis previo profundo. Fue necesaria una posterior conversación con el Vicepresidente de Estados Unidos para que el Presidente ecuatoriano dimensionara el peso de la amenaza de unos ‘malcriaditos’ en la política estadounidense. ¿Cuál es entonces el nivel de análisis e información de la diplomacia ecuatoriana? No es presentable una política exterior del dispare primero y pregunte después.
Por último, el efecto rebote sufrido por el Presidente boliviano coloca tanto a los países que le impidieron aterrizar como a los que insisten en que es necesaria una reparación más allá de una disculpa, en un terreno irracional e improductivo. Unasur y la Alba volvieron a mostrar sus costuras.
Todo este estropicio se podía haber evitado si la diplomacia no estuviese centrada en crear golpes de efecto. Ya es hora de que empiece a funcionar el Ministerio de Comercio Exterior y que se cumplan las promesas de abrir nuevos mercados, y de acciones para el ofrecido cambio de la matriz productiva.
Frente a la casi infinita capacidad de infiltración de la cual son capaces el huésped Assange y el casi huésped Edward Snowden, así como quienes tuvieron acceso a documentos de la Cancillería, es conmovedora la imagen del Canciller, que ya usó el video para tareas de espionaje, denunciando la instalación de un micrófono. Un manejo para el olvido.