Causan asombro los informes sobre las contrataciones del sector público en los últimos años. Respecto al estado actual de la economía, se puede repetir lo que el inolvidable humorista Ernesto Albán Mosquera decía en una de sus estampas, hablando a una multitud imaginaria: compañeros, salvemos nuestros intereses… porque el capital ya está perdido.
Quedamos estupefactos al enterarnos de las prácticas en el sector del petróleo, particularmente en la modernización de la refinería de Esmeraldas; y en millones gastados en preparar una planicie para construir una nueva refinería. La lista es amplia y preocupante.
Hoy, con el nuevo Gobierno decidido a realizar una cirugía mayor a la corrupción, en el caso Odebrecht y los beneficiarios de tantos contratos adjudicados a esa brasileña, el asombro es mayor y provoca un sentimiento de cierta desesperanza sobre el futuro.
En semejante realidad, es conveniente reproducir lo que dijo el cinco veces Presidente Dr. José María Velasco Ibarra, en el EL COMERCIO el 28 de agosto de 1956, respondiendo preguntas del autor de esta nota cuando, ejercía, en el periodismo, la labor de reportero. Textual: “Pregunta del periodista: Por favor díganos: ¿fue su señora madre quien le enseñó a no tener apego a los bienes de fortuna, o es cuestión de temperamento?. Respuesta: mi madre era muy pobre, señor prosiguió hablando. Ella tenía un concepto especial del dinero y la fortuna. Ella me enseñó que la única manera de merecer algún bien de la vida es dar para la vida el máximo. Para ella el dinero valía como instrumento de beneficencia, para aliviar un dolor, para hacer un bien. Y me repetía esta lección: ahora cuando está lejana mi juventud la entiendo muy bien. En verdad el dinero es dinero, pero no es más”.
Recientemente, Su Santidad el Papa Francisco expresó sobre este tema: no he conocido a nadie que, camino del camposanto en su ataúd, vaya con él un camión de mudanzas.
El ex presidente Dr. Velasco no tuvo casa, ni departamento propios. Vivía en uno muy pequeño, en Buenos Aires, Argentina. Su esposa, doña Corina Parral no disponía ni de un automóvil usado. Falleció cuando bajaba de un bus al regresar al departamento. Los dos se hallan sepultados en el cementerio popular de San Diego, en Quito, muy cerca de la tumba de quien fue su apreciado ministro de Gobierno, Dr. Carlos Cornejo Orbe, luchador político tenaz.
Los ecuatorianos recuerdan al Dr. Velasco permanentemente: no faltan flores frescas en su tumba, colocadas por personas sin parentesco alguno con él ni con su esposa.
Quien hizo fortuna con trabajo honrado, en buena hora que la tenga y la disfrute; pues los amigos de conseguir fortuna mal habida, sufren vida azarosa e inquieta. ¡Bien dice la gente: en esta misma vida se paga!