Luego de que el Gobierno alertara sobre un supuesto proceso de “sobreendeudamiento”, en segmentos de la población que pagan cuotas de crédito superiores a su ingreso mensual disponible, muchos analistas han señalado como principal responsable a las políticas de “dinero fácil” implementadas por la revolución ciudadana.
Detrás de este razonamiento estaba la idea de que en Ecuador no existía un adecuado acceso al crédito porque el sector financiero privado cobraba “demasiado”, imponía muchas restricciones o, simplemente, se rehusaba a atender las necesidades de financiamiento de sus clientes.
Pero aquello estaba lejos de ser cierto. Desde antes de la revolución ciudadana tanto el número de personas como la cantidad de crédito colocado por el sector privado -bancos, mutualistas, financieras y cooperativas- venía ampliándose de manera importante, proceso que se ha mantenido, a pesar de las políticas públicas y no gracias a ellas. Llama la atención que el Gobierno se muestre como un “campeón” de las hipotecas de largo plazo y del microcrédito, cuando fue el sector privado el que creó y desarrolló esas categorías de crédito que eran casi inexistentes apenas quince años atrás.
Por tanto, los esfuerzos de las autoridades por reducir las tasas de interés y ampliar a “rompecincha” la colocación de créditos, no solo eran innecesarios, sino que hoy parecerían incluso contraproducentes.
Por ejemplo, bajo la justificación de poder cobrárselos directamente de los roles de pago de los afiliados a la Seguridad Social, el Biess ha colocado aceleradamente cientos de millones en créditos hipotecarios y de consumo a tasas de interés muy por debajo de sus niveles de mercado -en el caso de los primeros sin siquiera requerir una cuota de entrada hasta cierto monto- y con escasa consideración a la situación financiera global de los deudores.
Una nueva crisis financiera internacional -posibilidad que no luce tan descabellada en estos días- haría insostenibles las tasas de interés que hoy rigen en el país. Un eventual incremento de tasas no solo volvería impagables las cuotas mensuales para las familias hoy supuestamente sobreendeudadas, si no que pondrían en aprietos a otros deudores que han podido acceder a préstamos gracias a la vigencia de tasas artificialmente bajas. También reduciría el valor de los activos que respaldan tales préstamos.
Las políticas de dinero “fácil” han estado detrás de buena parte de las crisis financieras de la historia y fueron, en buena medida, responsables de la “gran recesión” que hoy vive el mundo desarrollado. Parece que muchos políticos, aquí y en otras partes del mundo, no terminan de entender que los precios de mercado tienen una justificación económica y que su manipulación a gran escala usualmente termina gestando un problema distinto al que se quería resolver, a veces más grave.