La “dama de hierro” Dilma y el superpopular Lula hicieron la primera -y muy importante, por cierto- noticia del año 2011. Ella apareció ante el mundo como la primera presidenta mujer del gigante Brasil y él dejó el Palacio de Planalto luego de ocho años de un gobierno que la mayoría califica de exitoso. Ahora hay expectativa por el gobierno de la señora Rousseff y no faltan las preguntas sobre el futuro del ex Presidente. Muchos se preocupan por un país que aparece ya como la octava potencia económica del mundo y que no se descarta un avance hasta el quinto puesto.
Lula fracasó tres veces en su intento de llegar al poder hasta que triunfó en la cuarta. Con el paso de los años ya no fue el sindicalista de los primeros años y buen número de sus compatriotas llegó a llamarle estadista. Su fórmula salvadora es interesante. Apoyó a los pobres, como era de esperar, a tal punto que -según las cifras que se han difundido- 30 millones de brasileños dieron un elocuente salto de la pobreza a la clase media. Pero la historia no terminó allí. El ex obrero metalúrgico apareció durante sus dos períodos impulsando a las empresas de su país para que también den un salto. Los que ahora le aplauden y le añoran son todos los que se beneficiaron con el modelo y con las actitudes “lulistas”.
¿Y doña Dilma? Las primeras palabras, luego de su exaltación de ayer, dieron indicios de que seguirá –en líneas generales- los pasos de su amigo y protector. “Protegeré a los más frágiles pero gobernaré para todos”, dijo sin ambages. Pero tampoco será una vulgar seguidora de su amigo y antecesor. Hay expectativas de que buscará los mejores caminos –varios de ellos trazados por Lula- pero pondrá en práctica su estilo y sus principios.
¿Se aproximará talvez al Coronel venezolano? Es una de las preguntas. Hay más de una respuesta, pero buena parte de los analistas cree que no es dable una “venezolanización” del gigante Brasil, aunque no se puede descartar que doña Dilma -como Lula- estreche las manos de Obama pero también de Fidel. Hay un factor más que ha entrado en juego últimamente. El proceso chavecista se ha venido radicalizando y aparentemente no va a ser aplaudido por todo un país en su apogeo y por una gobernante que se perfila como pragmática.
El caso brasileño se mantiene como una expectativa, por esas y otras razones. Hay algunos indicios de que el “avance lulista” puede tener algunos obstáculos en la era de Dilma. Pero el gran país de Lula y Dilma será el gran centro de atención mundial con el Campeonato Mundial de Fútbol y con las Olimpiadas que se avecinan. Finalmente, funciona una pregunta interesante: ¿Lula volverá a ser candidato? Hasta hoy no hay respuestas claras y se mantienen en pie la curiosidad y la expectativa, sin duda alguna. Lo que es cierto es que la iniciación del año tuvo música de samba.