Tiene que ser difícil liderar un país como el Ecuador. Mucho más cuando la crisis auto-provocadas en el campo económico, institucional y ético arrecia. Cuando para mantener a flote el barco, no tanto de la nación sino del propio proyecto político, implique caer en una serie de contradicciones.
El tiempo de la Constitución de Montecristi, la hoja de ruta para los próximos 300 años, la cual garantizaría los derechos “de todos y de todas”, incluso de la naturaleza y de esos pueblos originarios, quedó atrás. Cuando se trata de dirimir entre los derechos de esos pueblos y el capital, la inclinación del Presidente está bien clara. De ahí que haya ordenado arremeter con dureza contra los indígenas que salieron a protestar en Morona Santiago. ¿Cómo se atreven a poner en riesgo los intereses de China en el Ecuador, cuando ellos han sido el principal sostén de este gobierno?
En esa misma línea, el discurso de la “Patria Soberana” se queda corto. Nos libramos de las garras del imperialismo yanqui y de los organismos como el Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial pero nos abrimos de brazos al imperialismo Chino. Esa es nuestra izquierda. Poco autocrítica. Salimos de una forma de dependencia y hegemonía para caer en otra. Esa es la Revolución Ciudadana.
El ideal de las manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes es también un dilema que quedó a la final como un simple “cliché”. Pero la pérdida de su fuerza no se debió al uso en exceso de estos términos por parte del Presidente sino a la evidente contradicción con la realidad. Manos limpias que no se compadecen con los presuntos actos de corrupción en Petroecuador y otras dependencias públicas, los cuales permanecen ignorados por las autoridades de control y de la justicia.
Mentes lúcidas que ya no están. Sólo hay que ver cómo ha funcionado esa mayoría oficialista en la Asamblea.
Corazones ardientes que no son para defender ideales, principios y valores.
Otro de los dilemas es el manejo económico. Entre hacerlo de manera técnica o de modo populista y clientelar como ha sido hasta ahora.
Con la baja de los precios del petróleo, el modelo del Estado derrochador, altamente burocratizado y sin control se ha venido abajo. Para mantener la ficción, el Presidente no ha escatimado esfuerzos en llenar de impuestos a la población y endeudar al país a niveles insostenibles.
Una vez que el proyecto de la Revolución Ciudadana comienza a debilitarse, Correa, en lugar de unir, sigue tensando la cuerda. Sigue apostando, incluso con una de las jugadas más arriesgadas: la Ley de Plusvalía.
Esta ha sido utilizada para distraer la atención de la opinión pública de los graves casos de corrupción, sin importarle los efectos que esto pueda tener para la candidatura de Lenin Moreno.
Lo importante es salir bien librado.
Lo que pase luego con el país es algo secundario.
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