Ernest Hemingway comienza uno de sus mejores cuentos –Las nieves del Kilimanjaro- con una leyenda masai sobre esta montaña africana de casi 6 mil metros de altura, que dice “que cerca de la cima (del Kilimanjaro) se encuentra el cadáver de un leopardo reseco y congelado. Nadie ha conseguido explicar qué buscaba el leopardo en aquella altura”.
Me asaltó este recuerdo ordenando la información sobre el juicio con 36 acusados “vip” que tiene lugar en Brasil sobre el caso conocido como el “mensalao” (la gran mesada, o “sueldazo”), “destapado” durante la primera presidencia de Lula, que involucró y costó los cargos a primerísimas figuras de su gobierno y de su partido -el PT-, a ministros, a diputados propios y aliados y a empresarios, publicistas y banqueros.
Según el, acusador, el fiscal general brasileño Roberto Gurgel se trata del “más atrevido y escandaloso caso de corrupción y de desvío público” de la historia de Brasil, que se consumó, según sus palabras, “entre cuatro paredes, pero no paredes comunes, sino las cuatro paredes de un palacio presidencial”. Lo que nadie ha conseguido explicar, ni cuándo se conocieron los hechos en el 2005 ni ahora siete años después cuando se juzgan a los presuntos culpables, es cómo el ex presidente Lula ha logrado “zafar”.
Los involucrados habrían conformado una asociación que se ocupó entre el 2002 y el 2005 de “financiar”, aparentemente en forma clandestina y con dineros públicos (se calculan un monto total de unos USD 60 millones) la campaña electoral del PT que llevo a Lula a la Presidencia y luego a “asegurarle el apoyo parlamentario” a su gobierno, repartiendo dinero entre legisladores “dispuestos” que recibían mensualidades que llegaban hasta los USD10 mil. Según la acusación a la cabeza de “esta cuadrilla”, estaba José Dirceu, ex guerrillero, jefe del Gabinete ministerial, uno de los principales del PT y mano derecha y amigo personal de Lula, quien a raíz del escándalo tuvo que renunciar y además perdió su banca como diputado, pero cuya presunta deuda con la justicia seguiría pendiente.
Y lo extraño de todo esto es que Lula, que era el ocupante titular de las mentadas “cuatro paredes”, no estaba enterado de nada. Es más, lloró, dijo que había sido engañado, e “hizo una limpieza” en su gobierno y su partido.
Tiempo después Lula cambió y negó la existencia del “mensalao”, lo que no sorprende en él pues también afirma que Chávez es el mayor demócrata del continente.
A su vez Dirceu -y su abogado- ahora dice que es inocente. Cuando el caso develó que él no era el principal responsable, sino que fue el “chivo expiatorio”; quien se sacrifico por su jefe y amigo.
Lo de Lula seguirá a la espera, por lo menos dé una explicación.