Columnista invitado
A raíz de los últimos acontecimientos públicos donde la protesta
a nivel nacional se ha desatado por la intención oficial de aprobar las leyes de la Herencia y Plusvalía, así como por una larga lista de abusos y excesos acumulados a lo largo de estos ocho años y medio, el Gobierno ha llamado al diálogo con los sectores opositores pero insistiendo que solo lo hará con aquellos de “buena fe”.
No sé cómo van a discriminar entre aquellos de buena y de mala fe, pues para el Gobierno sin duda los de buena fe son los del mismo Gobierno. Todo aquel que se atreva a discrepar será tildado de mala fe. ¿Acaso acaban de posesionarse como gobierno como para otorgarles el ‘beneficio de la duda’? Han estado más de ocho largos años dando palo a diestra y siniestra. Lamento no creerles nada.
Para dialogar se necesitan dos personas. Si el Gobierno va a encerrarse en dogmas e ideologías y va a utilizar su tradicional arrogancia y prepotencia, no entiendo para qué el diálogo. Pero, más allá del tema del diálogo, lo de fondo es que se requieren pruebas y acciones de cordura y pragmatismo en la política y en la economía. No se necesitan diálogos, se demandan rectificaciones del Gobierno. No con presentaciones arregladas y discursos poco auténticos sino con hechos reales.
Para empezar, deberían, de forma contundente y definitiva, archivar las leyes de Herencia y Plusvalía y no hacer un retiro con piola. Así mismo deben derogar normas dañinas para la economía y la sociedad, como son las restricciones y salvaguardias a las importaciones y las limitaciones al libre flujo de capitales como el Impuesto a la Salida de Divisas. Deben garantizar que no tocarán el sistema tributario del país por los próximos 10 años o por el tiempo que sigan siendo gobierno.
Deben traspasar al sector privado la obra pública, bajo figuras como las concesiones. Es urgente la venta de los activos incautados por el Estado, como son los periódicos, radios y estaciones de televisión. El replanteamiento de techos de gasto y un real y genuino proceso de austeridad fiscal permitirá sortear el momento de escasez de liquidez que vivimos al tiempo de concretar líneas de financiamiento baratas con los multilaterales.
Pero lo más importante: dejen vivir en paz sin tanta agresividad y violencia, empezando por el tema verbal. Han desunido a los ecuatorianos y eso demandará años y tal vez décadas en restaurar. Los gobernantes que quieren trascender a estadistas deben unir no desunir.
Como estas sugerencias seguramente vivirán el sueño de los justos, no solo que soy escéptico del diálogo, sino me parece que es improcedente dado el descontento alcanzado. O demuestran un cambio radical en la forma y en el fondo de gobernar o la historia los juzgará de lo que llegue a pasar.
El diálogo terminará siendo entre sordos. Cuando se pierde la confianza es muy complicado revivirla. Se acabó el monólogo. Casi una década de un solo actor: el Gobierno.