Los resultados del llamado Diálogo por Ecuador no fueron los esperados. Se creó una gran expectativa de que era posible llegar a acuerdos que permitan incrementar la confianza y alentar la competitividad empresarial, con el objetivo de generar empleo e impulsar lo que el Gobierno denominó “la hoja de ruta para la recuperación económica”.
Luego de tres meses de reuniones, con la participación y esfuerzo de muchos actores del sector público y privado, los resultados dados a conocer nos dejan una sensación agridulce. Da la impresión que a ciertas autoridades gubernamentales no les parece evidente que para dinamizar la alicaída economía se necesita, entre otras cosas, reactivar al aparato productivo en su conjunto, es decir a la grande, mediana y pequeña empresa.
No se puede desconocer que algunas decisiones anunciadas por el Gobierno son loables, tales como la lucha contra el contrabando, la eliminación del anticipo del impuesto a la renta para empresas pequeñas, la eliminación del impuesto a la tierra rural o la idea de formas alternativas de contratación laboral.
Sin embargo, el incremento de la carga impositiva para las empresas medianas y grandes, las que mayor empleo generan, así como el anuncio de elevar los aranceles a los techos consolidados de la Organización Mundial de Comercio a un número importante de partidas arancelarias, van en la vía contraria al objetivo de generar empleo y crecimiento.
No hay que olvidar que el presidente de la República y Alianza País, ofrecieron a los ecuatorianos generar un millón de empleos en cuatro años, es decir 250 000 nuevos empleos por cada año de gobierno. Pero, ¿cómo se pude lograr ese objetivo si ni siquiera se habla de la mejora integral de la competitividad y productividad en el Ecuador?
Es incomprensible no hablar de este tema si miramos el pobre desempeño que tuvo el Ecuador en el Índice de Competitividad Global publicado hace pocos días por el Foro Económico Mundial. En ese estudio se ubicó en el puesto 97 de 137 países, descendiendo 6 puestos en relación con el año anterior. Si hacemos un comparativo de América del Sur, el Ecuador ocupó la posición 7 entre 10 países.
El diseño y discusión de políticas de largo aliento son aspectos básicos para generar confianza y seguridad. Insistir en las mismas medidas que han generado poco crecimiento económico y muy bajos niveles de inversión van en el sentido opuesto, generan inseguridad y desconfianza.
Todavía hay tiempo para corregir y dirigir el fruto de los diálogos hacia el objetivo de generar empleo. No hay que claudicar en los esfuerzos por mejorar la calidad de vida de los ecuatorianos. Pero ese diálogo tiene que dar resultados reales y tangibles en el corto y mediano plazo, caso contrario habrá sido una vez más, mucho ruido y pocas nueces.