Que el ritmo pegajoso de “des-pa-cito” se le pegue a la política para aplacar la década de montaña rusa que ha vivido el país. No hay apuro. Que baje la temperatura, sin bulla ni alharaca. Que se tomen su tiempo. Que analicen. Que enmienden errores o que acepten consejos. Que escuchen. Eso. En calma. Despacito. No hay para qué correr, se pueden tropezar. Por la prisa y el entusiasmo, la oposición de pronto se puede volver leninista y el correísmo, pasar a la oposición dura. Despacio, que este nuevo gobierno (no muy nuevo) recién empieza y, tal como está el país, será como caramelo envenenado: ahora es cuando van a explotar todos los reclamos de todos los sectores (con menos miedo a hablar) y todos querrán resultados cuanto antes. Si estás de apuro, vístete despacio, dice el dicho popular. No se aceleren, apenas lleva ocho días incluyendo tres de feriado y ya tiene que resolver al menos dos asuntos: la Amnistía a 177 personas criminalizadas por protestar y la lista de Odebrecht, además de ofrecimientos múltiples que tendrá que procesar. Des-pa-cito.
Respirar. Reacomodarse. Dar el voto de confianza, pero también estar vigilante. Tal vez eso necesite también la prensa nacional, que, ahora que no habrá sabatinas, tendrá que elaborar agenda propia en lugar de estar esperando el pronunciamiento oficial para buscar noticias o investigar acontecimientos. Y todo eso toma su tiempo. Des-pa-cito.
Mientras tanto, ¿será posible mirar otras cosas? ¿darse un espacio para tomar aire y olvidar el vértigo de la política nacional? ¿tomarse un respiro y caminar por la ciudad? Aplaudir, por ejemplo, la constancia y paciencia de Paco Rhon, que le ha llevado a conseguir el número 100 de la revista “Ecuador Debate”, considerada LA, en mayúsculas, revista de Ciencias Sociales del Ecuador, hecha contra viento y marea. O leer detenidamente el estupendo libro de Mónica Almeida y Ana Karina López –El séptimo Rafael- para reconciliarse con el periodismo de investigación. O ir a buscar los “Hoteles del Silencio” de Javier Vásconez y dedicarle una tarde de estas espléndidas de Quito, a la literatura.
O tal vez dar una vuelta por el Museo de Arte Colonial para ver la exposición de la Academia de Bellas Artes en la que podrá descubrir que antes de la creación de un ente burocrático como el ministerio de Cultura, también había política cultural. Vale la pena caminar por esas salas y encontrar pintores desconocidos que han sido parte de la historia del arte ecuatoriano y que no constan en los listados del arte oficial. También pueden darse una vuelta por la última muestra de Arte Actual –Cuerpos que (se) miran- o por las ferias de libro: de la PUCE o la Feria Insurgentes de la Universidad Andina. O hablar de cine, o de los poetas reunidos en Letreando en Quito, así, con calma, despacito. ¡Qué alivio!
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