Arrancar uno a uno los pétalos de una margarita, con los ojos en la lejanía, es la imagen viva de la duda amorosa. Pero la duda no se limita a los amores sino que invade los ámbitos de la lealtad, los negocios, la política.
¿Quién que es, no es incrédulo? Dicen que el fanático carece de dudas y el sabio duda todo el tiempo. Lo normal es, entonces, moverse en un rango intermedio entre la certeza y la incertidumbre.
Tomar decisiones es siempre difícil, y más en política, porque la decisiones afectan a mucha gente. Por eso la Revolución Ciudadana está en un período de duda. Quiere abandonar el sectarismo, pero quiere también mantener la unidad, la disciplina y el fervor de otros tiempos.
El amor del pueblo, tantas veces comprobado, lleva el veneno de la duda desde el 23 de febrero. Me ama… no me ama… deshoja las margaritas de las encuestas, pero sin aliviar las dudas porque el pueblo es veleidoso y hasta la víspera del 23F le aseguraba victorias que nunca le daría.
Me reelige… no me reelige arranca pétalos de otra margarita y aplaza la decisión que debía tomar en la convención de Esmeraldas porque la duda no se disipa.
Si lo intenta y no resulta sería una especie de muerte anticipada, si resultara pero no se atreve, sería imperdonable para un grupo político que se atrevió a todo.
Le quiero a la Unión Europea… no le quiero a la Unión Europea… sigue arrancando pétalos hasta la hora límite. Si decide que le quiere, traiciona los principios compartidos con organizaciones como Unasur y Alba. Si decide que no le quiere pagaría un precio muy alto en exportaciones, empleo, impuestos, inversiones.
Me someto… no me someto a la CIDH… no queda claro aunque deshoje la margarita. Si se somete, después de haberse rebelado, pierde valor ante el pueblo, pierde imagen ante sí misma y pierde cara ante el mundo; como Santos en Colombia.
Si no se somete, empeora la imagen internacional, puede llegar a la Corte Interamericana, se incrementa el martirologio nacional.
Consulto al pueblo… no consulto al pueblo… la Revolución no sabe qué hacer con el Yasuní. Si no consulta tendrá el rechazo mayoritario y pagará el costo en la siguiente elección.
Si consulta le pueden derrotar y se acaba el aceite que mueve la maquinaria nacional.
Las dudas se multiplican. Emito… no emito… es el dilema de la emisión de dinero electrónico. Si emite puede acabarse la dolarización. Si no emite puede acabarse la magia del partido repartidor que todos adoran.
La duda acarrea inseguridad. La Revolución Ciudadana no se siente ya segura, debe atormentarle la sentencia de H. Ibsen que aborrece la duda porque “Si dudas de ti mismo estás vencido de antemano”.
Para consolarse debe recordar la sentencia de Borges, según la cual, “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”. Mientras aplaza las decisiones que el tiempo apremia, la Revolución sigue deshojando margaritas.