Golpistas!!, resentidos!!, frustrados!!, violentos!!, desestabilización!!, contramarchas, vigilia… es la respuesta oficial al movimien-to indígena, a jóvenes, mujeres, docentes, trabajadores y otros sectores sociales que protagonizan la Marcha “por el agua, la dignidad y la vida”, que recorre 700 kilómetros.
Tal contestación del Régimen no hace sino pensar que está desesperado y descompuesto por esta movilización popular que interpela al poder desde las calles, desafía el miedo y recoloca la correlación y campos de fuerza de la política nacional: de la disputa con los medios, ahora el Gobierno tiene que confrontar con una parte sustantiva del pueblo llano.
Lo políticamente correcto de un régimen que se dice altamente popular en las encuestas hubiera sido asumir de manera tranquila y tolerante la movilización, respetarla en el marco de los principios de la democracia y sobre todo escuchar su voz abriendo espacios de diálogo. Pero no… la réplica ha sido volcar todo el aparato propagandístico y burocrático del Estado y deslegitimar la marcha con los viejos argumentos y discursos que antes más de una vez oímos a todos los gobernantes de la derecha de este país. ¿Qué dicen de esto (frente al espejo) los ex militantes izquierdistas setenteros y ochenteros arrumados en sus altos puestos burocráticos y que antaño quemaban llantas junto al movimiento obrero y al indígena o estaban alzados en armas?
Lo trascendente que deja la marcha es no solo la irreverencia al poder total del ejecutivo sino el cuestionamiento al modelo de “desarrollo” que se quiere implantar. Si después del 22 de marzo, fecha de llegada de los marchantes a Quito, la gente en el Ecuador logra cuestionarse la importancia del agua frente al oro, cobre o uranio, ya será un triunfo.
En efecto la marcha plantea, entre otros múltiples puntos: “No a la minería a gran escala… Nulidad del contrato de explotación minera firmado con la empresa ECSA Ecuacorriente… No a ampliación de la frontera petrolera en la Amazonía… No explotación de los bloques ITT y 31, por estar dentro del Parque Nacional Yasuní y territorio ancestral Waorani… No a los mega- proyectos hidroeléctricos y multipropósito… Aprobación de la Ley de Aguas… Aprobación de la Ley de Tierras y Territorios, que contemple la construcción de un modelo agrario para la soberanía alimentaria basada en la producción campesina… Respeto a los derechos laborales… Educación de calidad… No a la criminalización de la protesta social…”.
Esta agenda de la marcha debería ser objeto de debate y reflexión tanto del Gobierno, pero sobre todo del conjunto de la población, ya que plantea una ruta de convivencia austera y armónica entre seres humanos y naturaleza. ¿Esto es desestabilización? Sí, pero de nuestros actuales paradigmas y prácticas de vida individualista y dispendiosa.